La palabra corrupción es una de las más mencionadas en nuestro medio. En Colombia, en diferentes lugares sin importar estrato social, se comenta, se señala, se condena la corrupción como la enfermedad más cruel que ha invadido la institucionalidad Nacional.
Y claro la gente tiene toda su razón de poner su grito en lo más alto de acuerdo a sus posibilidades. La mayoría de las ollas podridas de este país se han destapado gracias a periodistas que valientemente se han dado a la tarea de investigar y desenmascarar a los grandes capos y sus carteles de corrupción, para que luego los órganos de control en su mayoría bajo esa presión mediática, se muevan.
Como estamos en etapa preelectoral los candidatos en su mayoría recurren a la bandera de la anticorrupción, más como frase de cajón que de convicción o de real intención de combatirla desde sus posiciones de poder, en el evento que sean elegidos. Los señalamientos de candidatos a otras campañas no se hacen esperar. En su mayoría quieren posar como arcángeles, mientras quieren hacer ver al competidor como el diablo del paseo.
La corrupción es como un cáncer que hace metástasis en la sociedad colombiana desde lo más bajo hasta lo más alto de su estructura piramidal. La corrupción no solamente está en las altas esferas del poder público que se roba billones anualmente, está en el de abajo que vende su voto en cada elección con el cual alimenta a esas estructuras criminales. Hay miles de formas de corruptela desde el epicentro de la familia que es la semilla de una de una sociedad, en donde se puede sembrar el trigo símbolo de pureza y de vida, o la cizaña símbolo de maldad y criminalidad.
Combatir la corrupción es una tarea de mediano y largo plazo. Lo importante es empezar lo más pronto posible antes que sea tarde. La gran prensa se ha dedicado a tapar los grandes pecados de las élites de este país, mientras señalan y estigmatizan a los pocos políticos y columnistas, que con valor y carácter levantan su voz a riesgo de ser desterrados o asesinados.
En cada familia se debe educar y dar buen ejemplo al niño, para que en la escuela el profesor pueda enseñar al adolescente, al joven que será el hombre del mañana. Colombia necesita líderes en contra de la corrupción en todas sus expresiones, no en contra de unas pocas personas.
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Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com
Twitter: @miguel_rh12