No existe en la sociedad colombiana una institución con mayor legitimidad que la iglesia católica. Y lo reconozco como ateo pero también como ciudadano colombiano.
Es una realidad evidente respaldada por encuestas, por nuestra tradición cultural y reflejada por la multitudinaria acogida de una figura como el Papa Francisco en su visita a Colombia. Visita traducida como un espaldarazo a la paz, valga decirlo.
Desde luego, el papel de la iglesia en esta etapa de posconflicto es fundamental. No lo hizo como habríamos querido los que estábamos a favor de la implementación de los Acuerdos y en parte esto incidió en la victoria del NO en el plebiscito del dos de octubre.
Miles de creyentes tanto de la iglesia católica como de la cristiana acudieron a estas elecciones con el temor de que lo pactado en La Habana iba a modificar la conformación tradicional de la familia o en sus palabras, serviría para implementar la ideología de género en Colombia, como si las iglesias no propugnaran también por una ideología de género, eso sí, distinta.
El temor, infundado por hábiles estrategas políticos expertos en comunicación y persuasión fue replicado con beneplácito por sectores de la iglesia. No en vano, se le increpó a esta iglesia su incoherencia por hacer de la ideología de género su justificación para votar negativamente un plebiscito realizado para con el objetivo de contribuir a la verdad, la reparación, la reconciliación, pilares todos de la religión católica.
La iglesia reflexionó su responsabilidad y aunque nunca confirmó públicamente los efectos de su ambigüedad ante el proceso de paz, hoy hace un trabajo que solo ellos pueden hacer porque no existe otro actor con la legitimidad y presencia en los territorios para llevarlo a cabo. Donde no hay Estado hay iglesia, reza el dicho. Este trabajo es justamente la reincorporación a la vida civil por parte de ex combatientes.
Actualmente, la iglesia está trabajando en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (antes Zonas Veredales) en un proceso complejo para todos los actores: la institucionalidad, las víctimas, los mismos ex guerrilleros, entre otros. A través de la Comisión de Conciliación Nacional (CCN) y el Padre Darío Echeverri, hace presencia en todos los 26 espacios y en 6 de ellos está llevando a cabo unos diplomados en Reconciliación y Paz. De hecho, el 28 y 29 de septiembre, la CCN convocó el IV Encuentro Nacional de Agentes de Reconciliación y Paz en ZVTN – ETCN el cual contó con representantes de todos los espacios territoriales.
Tuve la oportunidad de asistir a este encuentro y quedé gratamente sorprendido de la articulación de las comunidades, la iglesia y los ex guerrilleros en torno a los acuerdos de paz. Pero sobre todo, del papel de mediador que están cumpliendo los párrocos y la comunidad religiosa de cara al posconflicto. Hacía falta un apoyo decidido por parte del único actor que se puede sentar a hablar con los insurgentes, con el gobierno local, nacional y con la población.
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Por: Juan Corredor García – juan.corredor@urosario.edu.co
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