Aunque nací en Tarqui, hermoso municipio del sur del Huila, recién llegado al mundo fui trasladado a Gigante, una municipalidad bella, acogedora, tranquila en aquellas épocas, alegre y muy próspera en esos tiempos.
Por la profesión de docentes de mis padres, mis primeros siete años de infancia fueron en zonas rurales de esta localidad, por ello recuerdo haberme escondido, jugado y corrido entre algunas veces florecidos y otras veces cargados arbustos de café, con verdes y/o rojas cerezas que adornaban los árboles como si estuvieran en una navidad permanente.
El clima espectacular de las montañas, los paisajes con esplendorosos fondos verdes, matizados con miles de colores que sobresalían y se exponían como el más hermoso cuadro de Monet (Jardín de Giberny), quedaron grabados en mi mente, así como la sonrisa siempre dibujada en los labios de los campesinos cafeteros que madrugaban a trabajar en sus cultivos, esperando la llegada de la cosecha para bajar al pueblo, vender sus productos, hacer sus compras, abastecerse suficientemente y tomarse unos merecidos tragos.
Históricamente la economía huilense ha estado en gran medida soportada por el sector agropecuario, fundamentalmente en la producción del grano, de hecho el sector caficultor es sumamente importante en términos de generación de empleo, utilización de mano de obra, generación de valor agregado en su beneficio, industrialización y transferencia de tecnología y conocimiento, según estudio realizado por cuatro importantes académicos huilenses como lo son Carlos Augusto Castro Castro, William Torrente Castro, Luis Alberto Torrente Castro y Pedro Luis Huergo Tobar. No obstante, de acuerdo a esta misma investigación se determinó que la situación actual no es alentadora debido a que los bajos precios del café han generado unos efectos devastadores para los millones de caficultores colombianos, contribuyendo a la crisis cafetera actual.
Según esta valiosa disertación sobre “Caracterización socio económica de los caficultores huilenses”, cada productor en este departamento tiene en promedio cuatro hectáreas de café, con 5.043 árboles/hectárea que producen dieciséis coma ocho cargas de café por hectárea, recolectadas en un 77% en la época de cosecha principal y 23% en la traviesa; el café lo venden principalmente a las cooperativas (62%), 75% seco y 25% húmedo.
De la misma fuente pude obtener lo siguiente: los datos permiten identificar que el caficultor huilense vende el 75% del café después del beneficio completo, es decir seco, con el propósito de obtener mayores utilidades y el 25% restante lo vende húmedo para responder a necesidades urgentes de recursos como el pago a trabajadores y la alimentación familiar. Además, de acuerdo con otros datos del estudio, vende el 62% de su café a las cooperativas y el restante 38% lo negocia con los comerciantes de café, por ello que éstos muchas veces sean más prósperos que quienes desarrollan la actividad primaria.
Los opitas nos sentimos muy orgullosos de nuestros caficultores y sacamos pecho diciendo en otras partes del país y del mundo que tenemos el mejor café y somos los mayores productores del grano por encima del eje cafetero, pero no nos ponemos a pensar acerca de las dificultades que han venido padeciendo quienes desarrollan esta labor, las vicisitudes del hoy y las complejidades que se vislumbran para el mañana, por ello la invitación es a querer a nuestros campesinos productores, a comprar sus productos, a respaldarlos en sus justas luchas y a protegerlos frente a todos esos fenómenos que los afectan y los amenazan.
Mi homenaje hoy es para los caficultores opitas, estos hombres y mujeres del campo que revestidos de valor y sacrificio hacen producir la tierra y nos permiten tener cada día en nuestras mesas el mejor aroma y el más exquisito sabor del café huilense.
Gracias querido profesor Luis Alberto por compartir tan importante investigación conmigo.
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
Twitter: @Hufercao04