Paternidad ausente

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Esta era, entre otras cosas, se caracteriza por tener una sociedad de consumo y superflua que determina el valor de las personas por la marca del carro que maneja, el logo de lo ropa que usa, el valor de la casa que habita o el tipo de personas que las rodea, una sociedad que demanda a sus miembros a ser un elemento más producción con el fin de que ellos cumplan con los requerimientos que la sociedad demanda y puedan así caber dentro los estándares para considerarse un miembro de lo mejor de ella o al menos digno de ella.

La búsqueda constante del cumplimiento estos altos falsos estándares tienen, entre otros, unas victimas que están pagando el alto precio, nuestros hijos. Esta búsqueda nos ha llevado ha olvidar que antes profesionales, empleados o empresarios somos padres.

El deseo de alcanzar otro nivel de vida y ser reconocidos en esta sociedad caracterizada por la falsedad nos ha hecho olvidar que el mejor legado que podemos dejar más allá de propiedades, empresas y dinero son hijos con principios y valores que transformen la sociedad y que impacten su generación, nuestra ciudad y nuestra nación.

Muchos de nuestros niños están creciendo mientras tienen en casa exitosos hombres, pero con la ausencia de figuras paternas que tristemente solo velan por la seguridad financiera de sus familias. Padres que han sido absorbidos por el sistema, trabajando mas de 8 horas diarias, ausentes de casa los fines de semana o aun por semanas completas.

Padres, que tal vez con las mejores intenciones, dedican más tiempo a su trabajo o profesión que a su labor de paternidad. Padres que miden el éxito por el valor o cantidad de posesiones materiales y no por el verdadero estándar que marca su legado, sus hijos.

¿El resultado? Padres que no conocen a sus hijos y que se escandalizan cuando ellos toman decisiones que no están acorde a su pensamiento. Hijos que tuvieron en casa un cajero automático satisfaciendo cada gusto y capricho, pero fueron privados por la sociedad de un padre con quien pudieran tener una conversación en la mesa, quien les leyera un libro o inventara una historia a la hora de dormir o con quien salir a jugar cada tarde o fin de semana.

Tus hijos necesitan un Papá en casa, ellos no necesitan un abogado, un ingeniero ni un empresario. Ellos no necesitan bajo su techo un empleado ni un profesional. Lo que nuestros hijos necesitan es un padre en casa que aconseje, que corrija y discipline cuando sea necesario, y un amigo a quien le puedan contar que conversaciones tiene con sus amigos en colegio o que tenga la libertad de contarte sus miedos, sus sueños y todo lo que pasa sus pensamientos.

Un padre que más que sentarse a ver televisión o una película con ellos, aprenda a tener intencionalmente tiempos de calidad. Solo de esa manera transformaremos nuestra sociedad. No esperes que los gobernantes de turno cambien nuestra sociedad, ni muchos menos los candidatos que se ofrecen hoy por todos los medios para ganar tu voto. El cambio de nuestro país empieza en casa, empieza contigo, empieza con tus hijos.

Por: Johann Andrés Cuéllar
Abogado de Inmigración en los Estados Unidos
johann@abogadocuellar.com

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