¡No!, no me las voy a empezar a dar de Doctora Corazón, ésta no es una de esas columnas y aquí su servidora no es ninguna experta en relaciones. De hecho, los últimos años se ha dedicado a desaprender todo lo que le enseñaron sobre ellas.
De verdad, nos echaron mal el cuento, usted no es una princesa y no existe el príncipe azul, lo que existe son personas de carne y hueso con quienes debemos construir acuerdos de reciprocidad, sinceridad y respeto.
¡No nos digamos mentiras!… ni usted ni yo necesitamos ser rescatadas, que yo sepa ninguna vive en torres custodiadas por dragones o está presa de un hechizo que le impida despertar. Y ni hablemos del “felices por siempre”, que tiene caducidad si lo que usted entrega no es proporcional, si ya perdió la cuenta de las infidelidades que ha perdonado o si lo que usted tiene es miedo a quedarse sola, a que nadie más “la volteé a mirar”, a ser “la mala del paseo” e incluso al “qué dirán”.
No quiero sonar dramática (o tal vez sí), pero si algo he aprendido de las tusas y dilemas amorosos propios y ajenos, es que el amor no es menos político que los Diálogos de Paz, las licencias ambientales, el paro de pilotos o la campaña sucia de Cambio Radical. ¿Por qué?, porque si de desigualdades o injusticias se trata, las relaciones de pareja también pelan el cobre.
Enamorarse es lo más de chévere, lo maluco es haber aprendido que amar todo lo vale o todo lo aguanta, incluso la pérdida de autonomía, dignidad y libertad ¿ven que es político? Tan importante como independizarse de España, es formatearse la idea de que el amor todo lo puede, no vaya y sea que nos pase como a los catalanes, que cuando reclamaron su autonomía, recibieron bolillo y represión. ¡Hágale!, nunca es tarde para decir “no”, “hasta aquí llego” o “sí, pero no así”.
Si a usted, a su mamá o a sus abuelas les enseñaron primero a cocinar que a poner límites, felicitaciones, usted vive en el planeta que fabrica de las buenas mujeres, en el que se nos enseñó a sentarnos bien, pero no a expresar nuestras opiniones ni necesidades. Resultado final: sentimos culpa por querer lo que queremos, por pedir demasiado o por parecer intensas y cantaletudas. Pues no, usted en el fondo sabe que merece un amor completo y no a medias. Y si está viviendo un amor a medias por favor, libérese y pare de sufrir.
Para comedias románticas, vamos a cine. En la vida real su final feliz depende de que tan feliz cree usted que merece ser. Enamórese, viva, sienta placer, conozca personas, ennóviese, haga planes con su pareja o adopte un gato… Eso sí, no negocie sus expectativas. Yo no la conozco a usted (quien generosamente me lee), pero sé que queremos lo mismo, amores que nos hagan crecer, que crean en nuestros sueños, que no nos pongan a mendigar tiempo o atención. El amor no es sufrimiento ni sacrificio, es alegría ¿o es qué usted no le ha aconsejado eso a sus amigas?
Así que ¡salud mujeres! (abra una botella de vino, sírvase una copa y brinde por su nueva vida, si siente que la necesita). Yo mientras tanto me sentaré a tomar un trago con San Antonio, para que no me traiga un demonio como pareja (sí claro, como si me fuera a sentar a esperar).
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Por: Claudia Álvarez – claudialbaricoque@gmail.com