A mí me perdonarán, pero si usted es una de esas personas que pone el grito en el cielo porque una adolescente recibió de su expareja 60 puñaladas, pero al mismo tiempo llega a cualquier lugar a ver “qué vieja se levanta”, o se las da de muy chistoso diciendo que su esposa lo maltrata porque lo pone a lavar los platos, mejor no diga nada y siéntese a reflexionar, porque sin duda alguna está siendo parte del problema y compartir una imagen en Facebook diciendo “no más feminicidios”, no lo hace menos cómplice.
Y no… no estoy siendo exagerada, no “estoy en mis días”, no odio a los hombres, ni soy una loca peleona. Lo que pasa es que en Colombia nacer mujer nos sentencia a convivir con el miedo desde chiquiticas; haga memoria ¿desde qué edad aprendió que a las mujeres las violan y por eso usted debía cuidarse, llegar temprano o ni de fundas emborracharse?
Yo supe que la calle y la noche son peligrosas para las mujeres siendo una niña ¡una niña! Y yo no sé a ustedes, pero a mí me parece muy perverso que de las primeras cosas que aprende cualquier mujer, sea que el mundo es inseguro para ella… Y peor aún, que si algo le pasa, la primera culpable va a ser ella por no haber hecho caso, porque “harto sí se le dijo”.
Tampoco nos ayuda mucho que cuando a los hombres se les hable de estos temas se sientan atacados u ofendidos, y en vez de ponerse en nuestros zapatos, empiecen a defenderse. Cosa absolutamente innecesaria, porque lo que realmente esperamos es que reconozcan que, por el hecho de ser hombres, ellos pueden andar en el mundo “a sus anchas” y nosotras no. Sencillito.
Y nada va a cambiar, ni hoy ni mañana, si los platos rotos de la congestión de la justicia la seguimos pagando las mujeres víctimas de delitos sexuales o intrafamiliares, porque para nadie es un secreto que estos procesos duran una eternidad, como para nadie es un secreto que en entidades como las fiscalías desestiman (o sea que les parece poquita cosa o insignificante) la violencia de género, porque “es una mujer más que se deja cascar por el marido para luego volver con él.”
De hecho, de las cosas frustrantes en la vida es acompañar a una mujer a poner una denuncia, del celador en adelante se encuentra con funcionarios/as insensibles que la ponen a “pimponear” (ir de un lado al otro) cual viacrucis para reclamar lo que le corresponde por derecho, la justicia.
Y ni hablemos de esas Comisarías de Familia, donde a pesar de que la Ley lo prohíbe, ponen a conciliar a las mujeres con sus agresores… ¡muy bonito! Porque somos nosotras quienes sí tenemos que aguantarnos “arreglar por las buenas”, porque “cómo va a dañar un hogar” o cómo “se le va a tirar la hoja de vida al papá de sus hijos”, pero ay… espere y verá que cojan un ladrón que ahí sí todo el mundo quiere lincharlo.
No gente, no. Les guste o no, no es nuestra responsabilidad sacrificar nuestra salud emocional y física, nuestra dignidad y tampoco nuestros sueños, por la estabilidad familiar cuando está en riesgo nuestra vida. A las familias no las rompe la denuncia, las rompe la violencia. Pero cómo somos machistas hasta la médula… el último responsable de la violencia es el agresor: que si la mató fue porque actuó con ira e intenso dolor, que si la acosó fue porque lo provocó, que si la golpeó es que es masoquista, que si la emborrachó y la violó, fue porque “no se hizo respetar”.
¿Ve cómo poner caritas tristes en Facebook no es suficiente? Puede incluso no servir para nada si a usted le parece espantoso que las mujeres hagamos mala cara o protestemos cuando algo nos incomoda. Porque claro: vaya mijita y luche por sus derechos, pero siempre sonriente, sin alzar la voz o sin decir “malas palabras”, porque eso no lo hace una dama.
Si una dama está siempre en su sitio, pues a mí no me importa salirme hasta de los chiros para decirles que jactarse de que nos valoran y nos respetan, no es suficiente. Incluso, son puros pañitos de agua tibia, no queremos que se nos valore por ser tan bonitas y tan tiernas ni tampoco por ser las mejores novias, mamás o esposas, o por cuidar de otros y siempre sonreír.
El verdadero valor que necesitamos es como ciudadanas y sujetos de derechos. Leyeron bien, sujetos… no objetos. Porque ese es el bendito problema, que la publicidad y los reinados nos ven como un pedazo de carne y que nuestras parejas se sienten nuestros propietarios. Por eso “si no es conmigo no es con nadie” y un día simplemente nos asesinan. Y ni hablar de que nuestras organizaciones sociales son una piedra en el zapato, porque no se necesitan dos dedos en la frente para saber que a lo largo y ancho del país y de Latinoamérica, los programas para prevenir la violencia en nuestra contra están desfinanciados. Quieren que estemos contentas con migajitas.
Saquemos la queja y la lástima del Facebook, porque la carita triste de “pobrecitas” no nos baja. Este 25 de noviembre “Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres” acompáñanos a la calle a protestar en favor de la justicia y nuestra dignidad, porque cuando la situación es tan grave, no alzar la voz es como hacerse el de la vista gorda.
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Por: Claudia M. Álvarez – claudialbaricoque@gmail.com
Twitter: @cmalvarezh