Música y Pobreza

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La luna está en creciente, solitaria en el firmamento simula un faro medio roto que ilumina el rincón de la plaza de San Pedro Claver en la ciudad amurallada, la imponente portada de la iglesia de bloque de piedra  adornada en la parte media de su pabellón central con un vitral, en que destaca la imagen del santo evangelizando a los nativos convertidos al cristianismo por obra y gracia del mosquete y la pólvora que tronaba más fuerte que sus flechas.

Marco sugestivo para un concierto al aire libre en el encuentro internacional de música de Cartagena  cuyo país invitado este año es Francia comprometido en una avanzada cultural  que presagia mayores inversiones galas en los negocios en Colombia.

El ambiente se rebosa de música y temas de destacados compositores conforman el repertorio de diestros ejecutantes, entre ellos sobresale una soprano   que con su potente voz impacta los sentidos de los asistentes, mientras tanto en la cornisa de la iglesia las palomas son otras mudas espectadoras de la función.

La noche luego de cargarse de melodías increchendo termina por languidecer para dar paso a un amanecer perezoso y rojizo, cerca de este escenario fascinante adornado por la parafernalia de hermosas mujeres y jóvenes acanalados, surge en las esquinas de los cuadrantes la otra Cartagena ocupada por seres amorfos, sucios, desnutridos que hacen su cama con las basuras acumuladas luego de revolcarlas en busca de un mendrugo descartado por los comensales de opíparas cenas en los hoteles y restaurantes que ofrecen menús de platillos internacionales.

La curiosidad por conocer  la ciudad verdadera nos lleva a la zona de Basurto donde funciona el mercado y la pobreza esboza todas sus variantes, olores fuertes provenientes de aguas de alcantarilla y lodos putrefactos aunque no hay invierno, cerca la descomposición social camina a tal velocidad que los atracos con pistola a plena luz del día forman titulares obligados de los diarios sensacionalistas de la ciudad.

Son dos mundos que conviven aislados por una invisible barrera que le otorga el lugar a cada quien según su estatus social, cuando se confunden el uno le cobra cuentas al otro golpeando al más débil; sin embargo, las murallas son testigo silente de la historia que mostraron el grado de coraje de un pueblo cuando se decide a rechazar la opresión, la historia suele repetirse y en el seno de la música y las artes germinan las semillas de la libertad.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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