Este 7 de agosto de 2019, se cumple el segundo centenario (¡200 años!) de la batalla de Boyacá, que en el remoto 1819 nos dio la Independencia del Imperio Español que por 300 años nos había sojuzgado, explotado y humillado.
Este trascendental hecho, que en otros países conscientes del valor de su independencia y libertad es celebrado con esplendor, aquí, en todo el país, en el Huila y en Neiva, apenas es objeto de algunos estudios sesudos de historiadores, modestas publicaciones de los medios de comunicación y casi invisibles celebraciones oficiales, reducidas a las del Ejército Nacional cuya creación se origina ese día por el triunfo de las humildes tropas criollas sobre el orgulloso ejército español.
La responsabilidad de esta precaria celebración, opacada en los medios por el análisis del clamoroso fracaso de la administración de Duque que ni siquiera semejante motivo de orgullo nacional fue capaz de aprovechar para presentarse ante la opinión como un gobierno digno de la admiración popular, no es sólo su responsabilidad –y la de las Academias de Historia, los educadores de todos los niveles, los historiadores a nivel personal-, sino de todos los colombianos.
Siento que yo mismo, como el más modesto servidor por contrato de la administración municipal, no hice lo posible a mi alcance como asesor histórico de ella, para que esta celebración en nuestro territorio fuera decorosa y en algo acorde a la importancia del acontecimiento.
Y que como integrante de la Academia de Historia local tampoco contribuí a los esfuerzos de sus directivas y notables miembros suyos para darle lustre a la celebración. Por eso, el “mea culpa” que encabeza estas líneas.
“Mea culpa” general, incluso del líder político que desde 2010, cuando ejercía legalmente el cargo de Presidente de la República que hoy usurpa y ejerce en cuerpo de su Cámpora, impidió por sus conflictos con los académicos de historia nacionales que se celebrara adecuadamente el grito de Independencia del 20 de julio de 1810, con el pretexto de que esa Independencia no se consolidó hasta el 7 de agosto de 1819, y ahora, nueve años después, todavía en ejercicio del poder (aunque por interpuesta persona) tampoco la celebra con la solemnidad que el asunto merece: no deja ninguna obra magna material ni intelectual para recordarla, ni siquiera un acto protocolario digno de ella.
¡Acaso porque la memoria de Bolívar y sus compañeros, opaca su propia imagen desmesurada!
Así somos: no celebramos decorosamente los 400 años de nuestra fundación como ciudad; ni el primer centenario de nuestra iniciación como departamento, ni ahora nuestros 200 años como país independiente.
No tenemos sentido colectivo de nación y creemos que el mundo y su historia, nació con nosotros y nuestra generación. Así somos y por eso estamos como estamos.
—
Por: Delimiro Moreno – morenodelimiro@gmail.com
Twitter: @opipaisa