Yo he tenido la inmensa fortuna de conocer personajes muy particulares: simpáticos, intelectuales, académicos, descomplicados, medio locos, auténticos, fuertes, brillantes, pendejos, cafres, pícaros, bellacos, honestos, trabajadores y sinvergüenzas; porque de todo hay en la viña del Señor y pues en la vida estamos y con muchos de estos nos encontramos.
Pero una persona sumamente auténtica, simpática y agradable es el Juez de Caballos de origen entre tarqueño y altamireño, conocido popularmente como Lucho Vargas.
El hombre es un gran conocedor de ganado vacuno, caballar, mular, entre otros; habla hasta por los codos en sano juicio y si se toma un trago no lo calla nadie. A todo le tiene un dicho como todo opita genuino. Por ejemplo, contando la historia de un caballo que no se dejaba domar, él decía, es que era un hermoso animal, pero era “más peligroso que un alacrán en un condón”, lo cual se roba la risa de todos sus contertulios, pues la forma cantada en que lo expresa, junto con los términos en que lo dice, hace que suene mucho más gracioso y particular.
A sus amigos de confianza los toma del pelo todo el tiempo y cuando por las bromas tratan de pasarse de la línea les dice: “Un momentico a mí no me diga Lucho, sepa usted que del Puente Santander hasta el Puente de Río Neiva soy el doctor Lucho; del Puente de Río Neiva hasta el Puente de Tarqui soy don Lucho; pero del Puente de Tarqui para allá si soy el hij…ta de Lucho; pero como estoy en Neiva, soy el doctor Lucho para usted, así que hágame el favor y me respeta”, luego vienen nuevamente las risas y muchos más refranes por el estilo.
No sé cuántos años pueda tener Lucho, si de casualidad usted sabe quién es pues póngale la edad que quiera, la verdad es que yo lo conocí hace casi treinta años en la hermosa casa de mi tío Pachito en Tarqui y creo que ya era como está ahora, de estatura media, con bigote, siempre con un buen sombrero suaceño, jeans, botas texanas y una camisa a cuadros que hace fuerza en sus botones para mantener cubierto su prominente abdomen.
Dice que quitarse las botas es más difícil que hacer gárgaras boca abajo y le creo porque esa agachada debe ponerlo en bretes, pero así y todo no deja de lucirlas en perfecto estado, siempre perfectamente relucientes.
No imaginan lo agradable que es sentarse a disfrutar de un delicioso aguardiente Doble Anís sin azúcar, bien escarchadito, acompañado con casquitos de naranja y música tradicional huilense, en compañía de este señor contando historias de antes de haber nacido como si las hubiese vivido, descritas al detalle, dibujando con palabras los paisajes, el rostro de los protagonistas de cada aventura, sus atuendos, los momentos exactos con horas y minutos, y siempre rematando con una graciosa charada que hace desprender las carcajadas de todos los que lo escuchan.
De personas como Lucho Vargas está colmado nuestro territorio, gente buena, honesta, simpática, trabajadora, auténtica, amable, porque así somos en el Huila.
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Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com