En su último artículo el exrector de la Universidad Nacional, Moisés Wasserman, se refiere al papel de los asesores científicos en la política, sugiere que los últimos podrían tomar mejores decisiones si recurren a la información que pueden suministrarles los primeros.
Curiosamente remata la idea exhortando a los investigadores a reconocer la existencia de diversas opiniones, insinuando de alguna manera que se atrincheran en sus apreciaciones técnicas y desconocen las realidades sociales; aunque esto puede ser cierto en algunos casos, la experiencia que vivimos nos muestra que, quienes de continuo no atienden la realidad son los políticos y para parodiar un párrafo del columnista en mención, más bien habría que decir: “Los políticos deben entender que hay miradas desde otros ángulos, incluso desde otros intereses, y que su fortaleza reside en la solidez de sus argumentos y en su disposición para discutirlos, nunca en su ‘autoridad’”.
Si los científicos tienen la responsabilidad de, emplear el conocimiento para, darnos la mejor aproximación a las leyes de funcionamiento de la naturaleza y la sociedad, los políticos tienen el compromiso de elaborar las normas que permiten el funcionamiento de la sociedad a la luz del consenso de las mayorías y no de minorías privilegiadas.
Los científicos, los artistas, los obreros, los campesinos, los empresarios, los empleados, los desempleados, todos están en la obligación y el derecho de intervenir en la decisión de la sociedad que quieren, no puede ser una opción exclusiva de los políticos, menos de quienes se atornillan en la fronda burocrática para hacer del parasitismo de estado su forma de vida, pero esto no depende de ellos, en justicia depende de los ciudadanos que tienen la oportunidad de elegir a quienes los representan en la cúpula del poder; pueden mantener a los mismos que todos los días desatan escándalos por el abuso y la corrupción, a quienes han moldeado un país de enormes desequilibrios y un pobre desempeño en la generación de riqueza, a pesar de las enormes potencialidades de nuestros recursos naturales y humanos o por el contrario pueden optar por el cambio de esa dirigencia.
Así como una canoa en el rio se mueve al garete según lo lleve su rumbo, con un remo su curso puede orientarse, pero un motor fuera de borda nos permite dirigirla a donde requiramos, incluso contra la corriente, es hora de enderezar esta nación zafándola del lastre que la tiene anquilosada: una clase política tradicional corrupta y apátrida.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com