Se acerca una nueva época electoral, y los abanderados del turismo, sacan a flote sus mejores discursos de apoyo a la industria sin chimeneas. Que ideal sería que nuestros políticos también se acordaran, de esta tan importante pero descuidada actividad, antes, durante y después de los agitados procesos electorales.
Las promesas referentes al impulso que se le debe dar a este destacado renglón de nuestra economía, aparecen como enormes estandartes que se ondean con fuerza, en forma de intrépidos discursos para ganar adeptos, pero que después se convierten en tímidos “banderines” que no generan ningún efecto trascendente.
Desde que tengo memoria, el turismo suena y resuena en cuanto proyecto, programa, plan o discurso político he tenido la oportunidad de escuchar. Sin distingo de colores o partidos políticos, todos saben que las propuestas en torno a una de las actividades con mayor potencial para dinamizar la economía, serán bien vistas, aceptadas e inclusive apoyadas. Pero es entonces cuando surge la gran inquietud ¿qué pasa después?, en donde queda la oportuna y efectiva gestión de recursos para el turismo de la que todos hablaron en campaña.
No se trata de una crítica oportunista, sino más bien de un grito desalentador, frente a una ilusión que se desvanece apenas desaparece el fervor democrático. Son tantos y tan grandes los sueños frustrados, que una promesa más sin cumplir, puede convertirse con facilidad en la gota que rebose la copa de nuestra tolerancia.
Vías sin terminar, inversiones en infraestructura de soporte al turismo inconclusas, falta de apoyo a los emprendedores, y una mínima destinación de recursos para una actividad que necesita un soporte más decidido, son solo algunas de las constantes que se identifican pos elecciones. Claro está, y hay que aclarar, que como en cualquiera de los casos, existen excepciones a esta conducta, que lastimosamente son tan pocas, que no cambian en mucho la regla general.
Esperemos que, en esta ocasión, la situación tome un rumbo a la inversa, y que los grandes abanderados del turismo que proliferan para esta época, eleven sus banderas hasta lo más alto de la cima de sus compromisos y acciones.
Es el momento de que las sueños, promesas e ilusiones de las que por décadas hemos tenido que vivir, los que realmente creemos en el gran potencial de esta industria, se vuelvan realidad, y que por fin empecemos a ver un desarrollo constante, una inversión continua y un apoyo incondicional, para esta actividad, que, operada de manera trasversal y en estrecha relación con otros importantes renglones de nuestra economía como el agro, el comercio y la industria, pueda generar los resultados, que en muchos otros países la ubican como una de las que más aporta a los pilares de desarrollo económico, social y ambiental.
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Por: Hugo Andrés Rivera Collazos
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