La corrupción y la impunidad campean en lo público y lo privado, se han impregnado en todos los estamentos de nuestra sociedad y como dice, Sergio Fajardo, son males más difíciles de combatir que el narcotráfico o la guerrilla.
Afirmación sustentada en el hecho que sus tentáculos son tan grandes y profundos que tardaremos varios años para salir de ella y que Colombia deje de ocupar los deshonrosos últimos lugares en los índices que la miden, pues según cifras conservadoras, el país pierde anualmente 50 billones de pesos a causa de ella.
Lo peor de este mal es que nos roba las oportunidades, no a unos pocos, a toda la sociedad, con el colmo que muchas veces esta última queda agradecida con el corrupto ‘robo, pero hizo’, alguna pequeña obra o un puestico son suficientes.
La mayoría de las veces no hemos advertido lo que puede hacerse con los recursos públicos cuando no se los roban, la gente piensa que estos solo alcanzan para unas pocas obras, sin dimensionar las cifras que ya conocemos, pero cuando los recursos se ven, como en Medellín o Antioquia, el ciudadano exige pues ya conoce lo que puede hacerse, lamentablemente nuestro departamento lleva lustros sin ver una gran obra pública, a pesar de los miles de millones que se recibieron en las épocas de las vacas gordas de las regalías.
Hoy en Neiva tenemos un gran alcalde, pero sin 250 mil millones anuales que ya no llegan por este concepto.
La corrupción nos quita todo, la escuela para educar nuestros hijos, las carreteras para sacar el producido de nuestras fincas, los hospitales para la indispensable salud, pero sobretodo, la formación y capacitación para que nuestros emprendedores puedan hacer su propia empresa y generar empleo, imaginen todo lo que lograríamos si cada uno de esos cafeteros o de los innumerables comerciantes habilidosos que tiene nuestro país pudiera organizarse y formar su propia empresa.
La Alianza Verde lidera una consulta contra la corrupción en la que se propone implementar 7 puntos que se consideran claves para derrotarla, pero no es con leyes y más normas como podremos acabarla, la forma más fácil de hacerlo es en las elecciones, eligiendo gente decente y transparente para que nos represente.
Si un corrupto llega al poder, no habrá forma de evitar que le encuentre el quiebre a la ley para quedarse con los recursos públicos y si lo descubren no pagar mayor pena por ello o hacerlo desde la sala de su mansión adquirida con los sucios dineros de su actividad.
La forma definitiva de acabar con este flagelo, así como muchos otros, es con educación, hasta que no entendamos que es inculcando valores desde nuestra infancia, por el respeto de lo ajeno y lo sagrado de los recursos públicos, no pararan los Odebrecht y tantas otras deficiencias de nuestra sociedad.
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Por: Diego Muñoz Marroquín – diegom@munozab.com
Twitter: @diegomunozhuila