¿Por qué todos hablamos de querer un cambio, pero muy pocos se comprometen a generar ese cambio?, ¿Cuál es el cambio que queremos?, ¿Cuál es el cambio que necesitamos?, ¿Por qué nos escandalizamos cuando alguien dice la verdad acerca de las cosas?
Estas y muchas otras preguntas me asaltan continuamente cuando siento la pasividad de la gente frente a lo que sucede en nuestro entorno; cuando observo a algunos ciudadanos pasando en rojo los semáforos o cuando hacen el pare sobre la cebra marcada para el paso de los peatones; cuando antes de cambiar a verde ya están pegados al pito o cuando se quedan lelos mirando el celular aun cuando ya se ha dado paso y por su descuido hacen perder valioso tiempo a los que esperan en sus autos en la fila detrás de ellos.
Estos interrogantes también surgen cuando observo cómo muchas personas tiran las colillas del cigarrillo a la calle, arrojan la bolsa de la cual bebieron agua en cualquier lugar sin importar cuál sea, lanzan talegas cargadas con desperdicios a los ríos, queman basura a las afuera de sus casas, dejan el chorro del agua abierto como si no les doliera desperdiciar este sagrado líquido, no les hacen mantenimiento a sus vehículos y permiten que emitan grandes cantidades de CO2, en fin, tantas acciones en contra del medio ambiente que generan una gran contaminación.
Queremos el cambio, pero no somos coherentes con este deseo. Expresamos con vehemencia e indignación que todo debe transformarse, pero no se hace el esfuerzo por transformarse a partir del individuo mismo. Se sigue actuando de manera contraria al discurso, se pierde fácilmente la línea de este y se termina haciendo lo contrario a lo que se ha expresado.
Cuánta desilusión se siente realmente, cuando se deposita la confianza en quien podría encarnar un liderazgo distinto, pero termina actuando igual a los que tanto se han criticado por su falta de conciencia ciudadana, política, cívica, social y ecológica.
Existen dos elementos fundamentales que debemos fortalecer a partir de la “Revolución de la Conciencia”, una es la cultura ciudadana y la otra es el compromiso ambiental.
La cultura ciudadana es el modo en que los habitantes de una ciudad, vereda o corregimiento generan lugares de participación activa en los que se establecen relaciones de respeto por los demás, se recupera la confianza, se logran acuerdos para vivir en armonía donde la cooperación, el diálogo, la reflexión, la tolerancia y la complementariedad entre unos y otros contribuyen a convivir en paz.
Lo que se conoce como compromiso ambiental no es otra cosa que una serie de acciones y esfuerzos que llevan a cabo las personas y las instituciones para posibilitar sus actividades cotidianas de la manera más responsable posible buscando la preservación del medioambiente y de los entornos en los que se mueven o actúan.
Para el logro de la una y la otra se requiere de un gran compromiso individual, pues no es posible madurar en temas de cultura ciudadana y compromiso ambiental, si cada ser humano, habitante de una localidad cualquiera, no se involucra totalmente y hace parte de esta transformación.
Los grandes cambios en el mundo se han generado más por la revolución intelectual que por revoluciones violentas y armadas, por eso los invito a iniciar la gran “Revolución de la Conciencia” para que entre todos “CAMBIEMOS ESTA VAINA”.
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
Twitter: @Hufercao04