La Quimera del 91

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Libardo Gomez SanchezCumplidos veinticinco años de la aprobación de la Constitución del noventa  y uno, el balance no puede ser más desalentador, la sensación de quienes hemos vivido todo este período, es que los argumentos con que se nos vendió resultaron ser solo falacias y en su lugar se instauró un conjunto de normas que construyeron el escenario propicio para representar la farsa de una mayor inclusión, cuando en realidad se estaba armando la compañía que ha orquestado la regresión de la nación a condiciones similares al periodo de la colonia, cuando los privilegios correspondían a los colonizadores, la legislación privaba a los criollos de la posibilidad de desarrollar iniciativas sin el consentimiento de la corona española  y únicamente prosperaba la explotación del oro y cuanto metal precioso pudiera extraerse del suelo de las colonias.

En esa época no se realizaban consultas con las comunidades para adelantar la minería, ahora se simulan o se omiten a pesar de que en el papel se incluyan como un requisito para intervenir el territorio; la casa de contratación actuaba como el concentrador de las riquezas embarcadas en las galeras que viajaban a Europa, ahora un par de multinacionales deciden su destino pero el resultado es el mismo: nos queda el hueco del socavón y la depredación ambiental  del territorio, la pobreza de los habitantes en el área minera y los capitales generados acumulados por fuera de nuestra nación; antes el trabajo de los criollos y los aborígenes se asimilaba al de los esclavos ahora incluso si existe un contrato laboral que cada vez son las menos de las veces encubre una relación ignominiosa en la que se paga la labor en condiciones que no retribuye el valor que se produce.

Si en ese pasado el beneficiario de las riquezas de nuestro subsuelo y del trabajo de los naturales era únicamente la corona española, ahora le llega a los conglomeraos del capital financiero que convirtieron aspectos tan preciados para la población como la salud, la educación, los servicios públicos de suministro de agua y energía en negocios que contribuyen a la rentabilidad de sus capitales y no al bienestar de las sociedades que los requieren.

Las sociedades modernas incluida la nuestra estamos obligados a suscribir un nuevo contrato social que en verdad  contemple al ser humano y su entorno como el fin último de sus objetivos, al contrario de la vigente que privilegia al capital.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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