Las imágenes son aterradoras: destrucción al paso de la turba enardecida, cadáveres sin distinción de sexo, edad o raza desperdigados por las avenidas, edificaciones y vehículos en llamas, fuerzas policiales y multitudes enfrentadas; son algunas de las imágenes que se presentan por los diferentes medios de comunicación que disponemos, las fotos o grabaciones con cámaras o celulares hacen viral, en tiempo real, la reacción de pueblos enteros cuando se reboza la capacidad de aguante y como respuesta a la arbitrariedad de quienes los gobiernan.
Este retrato se dibujo el pasado viernes y sábado en Haití, en donde después de la decisión del gobierno de elevar en más del 50% el precio de los combustibles, sus habitantes enardecidos, frustrados por la miseria permanente, agravada por el abuso de la medida económica que, minimiza sus precarios ingresos y los condena a profundizar las carencias que los agobia, decidieron de manera espontanea no aguantar más.
La revuelta se localiza en muchos puntos del globo terráqueo, se propaga como una plaga con mayor o menor intensidad todos los días, quienes habitan hoy el planeta no tienen la paciencia y la mansedumbre de los esclavos o los ciervos de la gleba, que aguantaron por siglos; la dispersión del pasado contrasta con la conectividad de los tiempos modernos, que les permite organizar la protesta rápidamente.
Un examen a la situación global muestra niveles altísimos de endeudamiento y enormes déficit fiscal, que pueden terminar en desastres nacionales cuando el grifo del crédito se cierre y ocasione reacciones en cadena por desabastecimiento, impagos en las obligaciones que restrinjan el acceso a los mercados y presione la economía domestica con medidas draconianas, como a la que recurre el gobierno Haitiano con el desenlace que está a la vista.
Las consecuencias políticas de las angustias de los electores, ofrecen resultados diferentes en cada comarca, pero regularmente terminan por elegir formulas que profundizan los males, bien porque insisten en acudir a medidas que exigen los acreedores y que se basan en el sacrificio de los más débiles o por el contrario colocan en la dirección de la economía a cernícalos populistas, que prometen de todo sin saber de dónde y terminan por destruir lo poco que queda.
Los gobiernos de todas las latitudes deberían tomar atenta nota, el que la exacción que promueven sea a cuenta gotas y lenta no los exime de la responsabilidad de las desgracias de sus gobernados y su indiferencia podría terminar con un cobro de cuentas en las calles.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com