Se cumplieron 50 años de la primera visita del hombre a su satélite, un acontecimiento posible gracias a los notables avances de la ciencia, que permitieron que una nave tripulada por tres astronautas aterrizara en la Luna y luego lograra despegar para regresarlos a su planeta de origen.
Al mismo tiempo, podemos registrar el aniversario 115 de la puesta en funcionamiento del metro de New York, un modelo de transporte urbano diseñado para contribuir a la solución de la movilidad de los habitantes de centros con grandes concentraciones de población.
En Italia en1939 se inauguró el primer tren de alta velocidad que alcanza velocidades superiores a los 200 kilómetros por hora, en la actualidad el japonés Maglev que funciona mediante un campo magnético evitando la fricción con el suelo, ha logrado velocidades superiores a los 600 kilómetros por hora.
Interminables son los logros de la humanidad en soluciones para facilitar el transporte de carga y de pasajeros, y las proyecciones que ofrecen las sociedades modernas.
En contraste con todos estos avances, Colombia no ha podido ni siquiera desarrollar un sistema vial medianamente decente, a pesar del bombo con que se anunció las llamadas 4G, las condiciones de la mayoría de las carreteras es lamentable; han transcurrido más de diez años en la construcción del túnel de la línea que debería reducir el tiempo de viaje entre el centro del país y el suroccidente y no hay fecha prevista para su culminación; la vía al mar es una colcha de retazos en la que cuando un tramo nuevo se termina otro viejo ya no funciona.
La autopista al Llano construida mediante el mecanismo de las concesiones a privados se encuentra cerrada por derrumbes y afectaciones a puentes, que según estiman los organismos del estado requerirán al menos dos años para su reparación, la cual se hará a costillas de los contribuyentes porque el contratista tuvo, con la complicidad de los funcionarios del gobierno, la previsión de responsabilizar al estado el mantenimiento de la vía.
El sur del país, la ruta que de Neiva conduce al Caquetá y al Putumayo, la dos se ven afectadas por el cierre entre los municipios de Gigante y Garzón, carretera construida para bordear la represa de El Quimbo y cuya banca colapso por el golpe de agua del embalse; meses atrás la carretera a Pitalito y Mocoa ha tenido paso restringido por derrumbes en el punto conocido como Pericongo.
Todas calamidades atribuibles a la corrupción que no permite que las obras se adelanten con la calidad que la ingeniería podría realizar. ¿Volveremos a elegir a los responsables de esta debacle?
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com