Instituciones para el progreso

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¿Puede una sociedad progresar sin la presencia de instituciones fuertes? Es una pregunta que puede tener varias respuestas, dependiendo de la postura ideológica de quien la conteste.

En su articulo de la ultima semana, el nobel de economía Stiglitz, expresa su honda preocupación por el desmantelamiento que la era Trump viene perpetrando contra: “instituciones de gobernanza basadas en el Estado de Derecho, el debido proceso y un sistema de controles y contrapesos, y sostenidas por valores fundacionales como la libertad individual y la justicia universal,” las cuales, según su apreciación, siempre propiciaron decisiones acertadas y justas, que garantizaban un ambiente democrático facilitando el desarrollo de la nación norteamericana; verdad a medias por cuanto difícil resulta olvidar las privaciones de derechos civiles que las comunidades negras y minorías sufrieron hasta mediados del siglo pasado, de las que perviven rezagos.

La desazón del economista norteamericano, involucra la captura que del Estado han perpetrado las grandes Corporaciones, a través de la figura presidencial, con la que se aseguran la extorsión generalizada de la sociedad, a la que exprimen sin compasión y la dificultad creciente de todo tipo de iniciativa empresarial diferente a las de sus negocios, a las que ponen todo tipo de trabas y cortapisas, dentro y fuera de sus fronteras, anulando la posibilidad de nuevas y justas fuentes de trabajo y equilibrio en la distribución de la riqueza.

Esta nueva realidad se ha extendido a otras naciones como la nuestra, a través de los llamados Tratados de Libre Comercio, que facilita la introducción de los tentáculos de estas Corporaciones en nuestro mercado y en las decisiones de política pública; solo esto explica, por ejemplo, el desdén del gobierno hacia el sector agropecuario, tal parece que la creciente importación de productos agropecuarios tiene que ver con la decisión del gobierno de minimizar al máximo el agro nacional, les parece que podemos ser un país sin agricultura.

No preocupa la seguridad alimentaria, ni el valioso aporte del agro al empleo, ni el arraigo de múltiples costumbres provenientes de la tradición agrícola; consideran que la extracción de los minerales y recursos energéticos de nuestro subsuelo, son fuente suficiente a perpetuidad de recursos, para importar lo que necesitamos y podemos producir, pero que preferimos comprar a otros.

La diferencia entre actitudes que se asemejan, es que las decisiones atrabiliarias del presidente norteamericano consolida a sus empresas, mientras que las del presidente colombiano quiebra a las nuestras.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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