Hablemos de la vanidad y la humildad

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Hugo Fernando Cabrera OchoaCuando me apresto a escribir una columna de opinión y pienso en lo que deseo cifrar y transmitir y defino la idea que quiero comunicar, busco información y elementos que me permitan complementar dicho escrito para poder cumplir a quienes generosamente me obsequian unos minutos de su valioso tiempo para leer esto que expongo y que redacto tratando de llevar un mensaje que deje algo.

Hace ocho días hablé sobre “la razón” y me basé en el filósofo y escritor francés del siglo XVII Blaise Pascal, quien dejó todo un tratado sobre el pensamiento y la razón que nos conduce a cavilar sobre nuestro actuar.

Hoy deseo hablar sobre la humildad y la vanidad, ambas cualidad y defecto característicos de nosotros los seres humanos, que en muchas ocasiones nos enceguecen y nos obligan a cometer errores innecesarios e involuntarios, o en lo positivo a entender las situaciones y reconocer las fallas.

Ser conscientes de la vanidad y entender la necesidad de la humildad no es fácil. Aprender a escuchar y reconocer que no estamos actuando de la manera correcta y aferrarnos a nuestras determinaciones y acciones, aún en medio del error, solamente por jactancia, es muestra de pedantería y lo único que se cultivan son odios y rencores.

Revisando frases que pudieran complementar este artículo, encontré un pensamiento muy adecuado, el cual no presenta autor, pero igual es tomado de un documento con el que me topé y realmente me gustó, y que cito a continuación.

“La Humildad es condición indispensable para aprender cosas nuevas y superarnos cada día. Este pensamiento nos aleja de la soberbia y de la vanidad porque no es una buena condición personal creernos los dueños del mundo”.

Imposible es pretender que una persona engreída cambie su posición cuando no quiere ser consciente de la necesidad de su cambio o simplemente se siente cómodo en su orientación, pues se pierde el tiempo buscando que un río que viene de las montañas devuelva su cauce ya que por su naturaleza llevará sus aguas a las planicies.

Es emocionante ver cuando una persona conscientemente vence la vanidad aceptando sus tropezones y humildemente se acoge con sensatez a la causa correcta; en la mayoría de los casos los resultados son favorables para la persona misma y para quienes la rodean, quienes generalmente esperan con ansia este cambio.

El sobre esponjarse ante las oportunidades que fugazmente otorga el destino es propio de los ignorantes a quienes les es imposible soportar momentos pasajeros de gloria, manteniendo su humildad constante; es por ello que vemos personas que van de la vanidad a la humildad como un yoyo que sube y baja, o un zumbambico que cambia el sentido de sus giros a cada rato; y al mencionar el símil del yoyo no pretendo decir que estar abajo nos hace humildes, porque hay personas con mucho poder y gran humildad o con muy poco poder y mucha vanidad.

Finalizo mi columna con esta frase de Friedrich Nietzsche que dice: “De mi consejo haz memoria: renuncia a la vanidad si es que aspiras a la gloria de verdad”.

Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com

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