Érase una vez… una paz selectiva

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Era jueves en la noche, Elodia preparaba la comida para sus tres pequeños (Andrés y Sergio de 9 años, y Alejandra de 4), mientras Felipe su esposo, trabajaba en la vidriería que tenían en su hogar.

Había bastante trabajo pendiente de entrega. De esa forma finalizaba un día más, en la normal vida de esta familia, residente de un tranquilo y apacible barrió en el norte de Neiva. Unas horas después, siendo ya la madrugada del viernes, algo inquietaba el sueño de esta mujer, miro el reloj y eran tan solo las 03:00 de la mañana, trataba de dormir pero algo se lo impedía, decidió pasar revista a su hogar, iniciando en la habitación donde dormían plácidamente los tres niños, seguidamente reviso el sueño de su esposo, y concluyó en la puerta de la casa, que todo parecía normal, pero su corazón de madre, le decía que algo estaba por pasar. Siguiendo ese sentimiento, entabló conversación con Dios, para pedirle misericordia, que guardara la vida de su familia, pues aunque no podía explicarlo, sentía que ellos estaban en riesgo.

Descargando su preocupación, logró conciliar el sueño nuevamente, cuando un sonido ensordecedor, acompañado de escombros que caían sobre si, la despertaron. ¡Mis niños!, fue lo primero que Elodia le dijo a su esposo en ese momento en donde sin explicación yacían bajo su habitación totalmente destruida.

En lo que alguna vez había sido la habitación contigua, se escuchaban las voces de los tres pequeños, quienes en medio de llantos llamaban a sus padres. Con una fuerza que aún no se explican, se quitaron los grandes escombros para llegar a donde los pequeños, ellos también debajo de escombros, empezaron a ser rescatados por sus padres.

Con múltiples heridas, Elodia y sus hijos salieron a lo que alguna vez fue la calle principal del barrio Villa Magdalena Norte 4 etapa, el cual desapareció totalmente el 14 de febrero de 2003, como consecuencia de la detonación de una casa en donde la guerrilla de las Farc tenían almacenados explosivos que usarían para atentar contra la humanidad del entonces presidente de la república, pero en cambio acabó con 21 personas, entre policías, autoridades judiciales y vecinos del sector.

Hoy al conmemorarse 14 años de este cruel atentado, no logro entender como el gobierno – que se supone es el llamado a velar por el bienestar de toda la ciudadanía, en especial de aquellos que sin querer terminaron en medio de una guerra que no pidieron- se olvidó de esta familia, pues el hecho de perderlo todo y tener que arrancar de cero, no ha sido argumento suficiente para que la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, los catalogue como víctimas del conflicto armado.

No logro entender cómo mientras se han apropiado millonarios recursos para garantizar el bienestar de los guerrilleros en el tránsito a la paz, el gobierno se haya hecho el de la vista gorda con una familia que tuvo que levantarse, en medio de la guerra.

No faltará quien manifieste que dedicar unas líneas para recordar el atentado más sangriento de nuestra ciudad, va en contravía del proceso de perdón y reconciliación del postconflicto, pero con todo respeto hoy les digo ¿Cómo se van a cerrar las heridas del conflicto, cuando el Estado se ha olvidado de las víctimas?, ¿Cómo avanzaremos en la reconciliación, cuando los victimarios no han reconocido su responsabilidad en este hecho, ni mucho menos han dado muestras de arrepentimiento?

Sin duda, ninguna víctima del conflicto armado es más que otra, pero es triste saber que mientras algunas tuvieron la oportunidad de ver frente a frente a sus victimarios, contarles el dolor que vivieron y escuchar de ellos “Perdón”, víctimas como las del barrio Villa Magdalena Norte 4 etapa, ni siquiera a eso hayan tenido derecho.

Es triste ver como alias “Iván Márquez” tuvo tiempo para visitar Neiva y asistir a las honras fúnebres de su progenitora, pero no para decir “lo siento”, a las personas, que por culpa de sus decisiones, les cambió para siempre su vida.

Ojala y estemos equivocados, pero pareciera ser que nos encontramos frente a una paz selectiva.

Por: Karlos Umaña Arias – karlos.umana@gmail.com
Twitter: @
KARLOSUA

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