La frecuencia y la intensidad con que se presentan desastres naturales, son la evidencia palpable de los efectos del cambio climático, ocasionado por la emanación del dióxido de carbono, metano, gases fluorados y óxido nitroso, que produce el uso de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, la tala acelerada y quema de selvas tropicales y la explotación ganadera.
Las afectaciones globales estimulan la conformación de grupos ambientalistas, que presionan a los gobiernos para adoptar políticas conservacionistas, lo que en principio es correcto, pero algunos de estos movimientos olvidan, que la razón de como se apropian los hombres de los recursos naturales y los explotan, obedece a las relaciones económicas existentes entre ellos y caen en el equívoco de adjudicar los problemas al uso de la tecnología que facilita el aprovechamiento de los mismos.
Visto así el asunto, pretenden que se suspenda todo tipo de uso de los recursos hídricos y mineros que requieran ingeniería y técnicas modernas; no es destruyendo los buldócer o las retroexcavadoras que se elimina el riesgo ambiental, es modificando las estructuras de poder y la relación entre quienes producen y los medios que emplean para ponerlos al servicio de la sociedad en su conjunto y no de unos pocos.
La proliferación de explotaciones que deterioran el hábitat y la extensión de la pobreza, revelan la incapacidad del modelo para armonizar el bienestar social con la utilización de los recursos de la naturaleza; los avances de la ciencia permiten tener la certeza de que quienes mantienen el statu quo, no lo hacen por ignorancia o por equivocación, responden exclusivamente a sus intereses que difieren de los de la mayoría.
Cuando el gobierno persiste en la minería como uno de los puntales de su estrategia económica e incrementa las gabelas a los árabes, los holandeses o a cualquier compañía extranjera dedicada a las excavaciones o perforaciones del suelo en busca de hidrocarburos o metales, lo hace conociendo el riesgo ambiental, pero no le importa porque es su negocio; otro modelo de sociedad solo lo permitiría si resuelve necesidades comunes.
Iluminar una noche romántica con la luz de la vela puede sonar ensoñador, pero disponer de la luz de una bombilla, marca una enorme diferencia en el conocimiento de las leyes de la naturaleza y su servicio en beneficio de la calidad de vida de la humanidad, por esto minería si pero no así, tal y como hoy se hace.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com