Los neivanos estábamos tal vez acostumbrados a la laxitud en la exigencia del cumplimiento de las normas de tránsito en la ciudad y no cumplíamos con requerimientos como conducir con el cinturón de seguridad, no cargar menores de edad en el puesto delantero, transitar hablando por celular sin problema alguno y conducir con unos tragos en la cabeza.
Hoy en día ese tema es asunto olvidado, pues corremos el riesgo de ser fuertemente multados o sancionados, según el código nacional de tránsito, el cual es bastante claro y conciso frente a las normas que se deben acatar en las vías de Colombia, tanto dentro de un casco urbano, como transitando entre estos.
Creo que no hay cosa que más le moleste a uno como conductor, que se acerque un guarda de tránsito a formularle un comparendo por infringir alguno de los artículos del mencionado código, por ello surge el famoso: «es que usted no sabe quién soy yo», y otras frases como como «dígame cómo es la vuelta», o «arreglemos por las buenas», que en ocasiones funciona muy bien, aunque ahora mismo poco aplica por la seriedad de la mayoría de agentes de tránsito.
Es claro que en muchas ocasiones se requiere de mano dura para que se cumplan las normas y las leyes, pero también es claro que tanto quien hace cumplir dichas normas, como quien las incumple, por desconocimiento o por desobediencia son seres humanos, así que es bueno que aparte de enseñarles a los agentes la ley, y a instruirlos para aplicarlas con mano dura, también hay que formarlos en normas humanizadas de trato y palabra, para que su trabajo en la calle sea menos agresivo y los ciudadanos veamos a estos funcionarios como servidores públicos de orden y no como enemigos de los conductores.
–
Por: René Cantillo Álvarez – renedcantillo1@hotmail.com