En una actitud desconcertante que nadie aún comprende, hace 8 años la dirigencia del Huila salió a defender el proyecto Quimbo, sin explorar la más mínima posibilidad, que nuestra comunidad huilense hiciese parte del súper rentable negocio energético.
No se detuvieron a mirar la afectación económica, social, cultural y ambiental en la zona de impacto directo e indirecto. El dicho popular que “al perro lo capan solamente una vez”, no funciono para nuestros dirigentes, o tienen muy mala memoria.
Solamente bastaba con mirarse en el espejo de Betania. Los alcaldes de la zona centro y el gobernador de la época, influenciados por el entonces Presidente Uribe, entregaron la franja más rica en recursos hídricos y agronómicos del territorio huilense a la multinacional Emgesa, sin autorización de los afectados directos, y menos por el resto de la comunidad afectada indirectamente.
Los gobernantes de la época, debieron discutir el tema a fondo con ambientalistas e investigar sobre sus efectos sociales y económicos a partir de experiencias donde ya se habían construido este tipo de proyectos. Podrían haber realizado una consulta popular en cada uno de sus municipios, ponerse al lado de la gente y en defensa de los intereses de nuestro territorio.
Es una verdadera tragedia humana la que ha causado el desplazamiento de miles de personas que con esfuerzo y sacrificio habían construido su proyecto de vida, y de otros que se quedaron sin empleo, en un sector tan importante por sus condiciones climáticas, agronómicas, y fácil acceso a mercados locales y nacionales.
Hoy después del engaño de Betania, el Huila escribe otra página aún peor en su historia. A pesar de la férrea resistencia efectuada por los campesinos de la zona centro y organizaciones ambientalistas y sociales, la constructora Emgesa con la anuencia de nuestra dirigencia, se salió con la suya.
Las afectaciones sociales, económicas y ambientales hoy saltan a la vista, después de haber sido llenado el embalse. En su debido tiempo las pusimos en contexto público, pero nuestro grito de alerta sobre lo que sobrevendría y las quejas sobre los atropellos de la multinacional, no fueron escuchadas por nuestra dirigencia gremial y política huilense.
Causa rabia, asco y hasta risa, ver hoy a los mismos rasgándose las vestiduras, haciendo el papel de payasos, tratando de congraciarse con las víctimas del desplazamiento, desarraigo familiar y territorial, cuando el daño causado, es irreparable.
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Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com


