Algunos retos para la comunidad educativa
Generalmente, cuando se piensa en acciones orientadas a la comunidad educativa, se hace de una manera vertical, es decir, unos (los que creemos saber qué es lo correcto) planeamos una serie de actividades para otros (los que suponemos no saben o consideramos aprendices: niños, niñas, jóvenes, madres y padres de familia).
Aunque hay una serie de razones para que ello sea así, (la experiencia y la formación por ejemplo), también es cierto que todas las personas tenemos unos saberes construidos a partir de nuestras propias experiencias de vida. Lo anterior es importante por cuanto, para cumplir con el objetivo de construir colectivamente justicia, con perspectiva de equidad de género, y el proceso de construcción de masculinidades y feminidades humanizantes y liberadoras que atraviesa este objetivo, no es posible pensar en enseñar a otros y otras si nosotros y nosotras mismas como docentes no nos hemos preguntado o cuestionado sobre las bases de construcción de nuestras propias identidades masculinas y femeninas.
En este sentido, las y los docentes tenemos que revisar nuestra propia humanidad y nuestras propias construcciones de género. Esto implica no solo tener una apertura mental, sino sobre todo una apertura vital, emocional y afectiva, para revisar nuestra propia vida, nuestros propios imaginarios sobre eso que llamamos masculinidad y feminidad, para desentrañar los orígenes de esos imaginarios, para valorar lo positivo que pueda haber en ellos y para cuestionar o tomar distancia de aquellos que nos esclavizan, nos apabullan y nos impiden avanzar hacia mayores y mejores niveles de realización personal, de equidad entre los géneros y, por supuesto, de bienestar social y calidad de vida.
Cuando las y los docentes nos damos la oportunidad de dejarnos cuestionar y tocar por posibilidades más liberadoras de vivir nuestras identidades masculinas y femeninas, nos convertimos en un gran potencial de trabajo y de vida para nuestros niños, niñas y jóvenes, así como para sus madres y padres.
Cuando las y los docentes nos negamos esta posibilidad, nos convertimos en una gran piedra en el zapato para avanzar en el camino de masculinidades y feminidades liberadoras y humanizantes con nuestros y nuestras estudiantes. Es por eso que se hace indispensable contar con profesoras y profesores sensibles frente al tema de género, preparados para analizar el mundo desde la perspectiva de género y sobretodo, con disposición para actuar, con el ánimo y la voluntad de construir espacios escolares más dignos, menos violentos, más tolerantes e incluyentes para hombres y mujeres. En tal sentido, son muy importantes los procesos de formación, reflexión y acción que se puedan llevar a cabo con los y las docentes.
Si nos damos la oportunidad anterior, con seguridad el trabajo con madres y padres de familia, así como con estudiantes, fluirá, no sin dificultades, pero sí mucho mejor y con más sentido. Respecto de los retos con madres y padres de familia ya sería un gran logro que ellas, y sobre todo ellos, participaran más juiciosamente de las actividades relacionadas con la educación de sus hijos e hijas, y particularmente, que asistieran masivamente a las reuniones convocadas por los colegios.
Para que esto sea posible se requiere mucha dedicación e imaginación, y al mismo tiempo de actividades lúdicas, motivadoras y movilizadoras con temáticas relacionadas con las identidades de género, por ejemplo, relacionadas con las pautas con que ellos y ellas fueron criados por sus progenitores, y con las pautas de crianza que ahora, como madres y padres, implementan con sus hijos e hijas.
En relación al trabajo con niños, niñas y jóvenes, habría que aprovechar su energía vital, su apertura mental, su creatividad, sus lenguajes y la influencia que tienen sus pares, para desarrollar procesos con un sello muy vivencial, que les permitan cuestionar las formas de relación machistas o patriarcales que se vivencian en la escuela y fuera de ella, tales como el matoneo, la discriminación y el abuso de poder, entre otras formas de relación. Al mismo tiempo, promoviendo que algunos de ellos y ellas puedan convertirse en multiplicadores/as y “visibilizadores/as” de estos procesos.
Como se puede ver, no estamos ante una tarea sencilla, pero transformar las inequidades y construir sociedades más justas nunca lo ha sido, así que es preciso juntar esfuerzos y trabajar colectivamente con toda la comunidad educativa con el fin de proponer y poner en marcha escenarios escolares mucho más equitativos en términos de género, empezar a construir desde la escuela y desde el hogar, masculinidades y feminidades responsables del entorno, del cuerpo propio y ajeno, de la vida en sí misma, formas de ser mujeres y hombres que desde la equidad construyan paz, justicia, respeto, responsabilidad y bienestar.
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Por: Raúl Andrés Herrera Suaza – raulherrera8312 @hotmail.com
Colectivo de nuevas masculinidades del Huila por la equidad de género