El honor a servir (temporalmente)

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Con profunda sorpresa el país se enteró la semana pasada que el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, renunciaba a su cargo.

Un personaje con las más altas calificaciones para ocupar este cargo y que dejó importantes resultados. Siete años de esfuerzos decididos por pactar la paz con las guerrillas lo deben situar en la historia de Colombia como uno de los artífices del acuerdo de paz.

Contrario a muchos funcionarios públicos de este país que se atornillan en los cargos, Sergio dio un paso al costado. Y no lo hizo por algún escándalo ni por malos resultados. Lo hizo por la puerta grande, tras el desarme verificado por la ONU de más de 7000 combatientes de las Farc. Sabe perfectamente que ser un funcionario público es un honor que se debe ostentar temporalmente y no para toda la vida.

Sin lugar a dudas, es una lección que Sergio les da a los funcionarios públicos de este país como Roberto Gerlein, quien este año cumple cinco décadas en el Congreso de la República, con un legado muy discreto por no calificarlo de otra manera.

En Colombia (y en América Latina) no hemos entendido que estos cargos se ocupan de manera temporal, que el poder se ostenta por un periodo de tiempo y no por la eternidad. Que los tiempos han cambiado y ya no vivimos gobernado por dinastías (aunque contemos con nuestras versiones de cacicazgos y caudillismos). Al menos en la teoría.

Anteriormente, no existía renovación política porque los cargos eran ocupados 1) por la descendencia de los reyes y emperadores y 2) hasta la muerte del mandatario. En pleno siglo XXI, se observa que el nepotismo y la perpetuación en el poder persisten por esa ambición tan humana que supone sentirse poderoso, dominar y controlar. De no perder la influencia sobre los demás ni de perder el privilegio de ser llamado “representante del pueblo” o de los asuntos públicos.

De ahí la necesidad de soltar el poder, de darle paso a nuevas generaciones, de no dejarse llevar por la ambición que este acarrea, de no permitir que los intereses personales primen sobre los intereses colectivos.

Mucho mejoraría este país si nuestros representantes comprendieran que el honor a servir, por muy loable que fuera, tiene un límite de tiempo. Porque justamente así son los cargos honoríficos: temporales.

Por: Juan Corredor García – juan.corredor@urosario.edu.co
Twitter: @thuandavid10

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