El embudo de la crisis

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Las recientes decisiones en política económica tomadas por los gobiernos de EEUU y China en la trama de su guerra comercial y que tienen que ver con el manejo de su política monetaria, pegaron un duro golpe a las economías de todos los países del planeta, pero por supuesto a unos los afecta más que a otros.

El impacto inmediato se reflejó en la tasa de cambio de las monedas que perdieron valor frente a la divisa norteamericana, cuyo efecto domino dispara el valor de las deudas contraídas en dólares y reduce el valor de las economías al tazarlas en esta moneda; justamente es lo que le ocurre a la economía colombiana, que combina una abulta deuda externa, déficit en la balanza de pagos y en cuenta corriente, el llamado déficit gemelo.

Que el gasto en el sector público sea superior a los ingresos en una economía dependiente como la nuestra, es una señal inequívoca del camino al despeñadero, refuerza el uso de recursos de crédito, que cuestan y advierte un marco fiscal que esquiva el cobro a quienes pueden tributar.

Las dificultades que atraviesa la economía colombiana son evidentes, sin embargo, los auspiciadores del libre mercado sostienen lo contrario, su análisis se basa en los indicadores de las multinacionales que tienen negocios en el país, sujetos de innumerables beneficios tributarios, concesiones y ventajas.

Miran la situación por los ojos de su conveniencia y no de la generalidad. Como el satanás del paraíso pedido de Milton apelan a la astucia y la mentira, para engañar.

Pero los hechos son tozudos: la industria textil y de la confección apabulladas por los trapos importados; los supermercados abarrotados de comida extranjera, comprada en dólares,  mientras nuestros productores pasan las duras y las maduras; las firmas nacionales de ingeniería, subcontratadas, a menos precio, por la corrupta Odebrecht.

Así nos vemos cada día más lejos del paraíso; las estadísticas del desempleo corroboran los perjuicios del modelo, la perdida de trabajo nacional es incalculable y su evolución en el candente ambiente del comercio mundial, desembocara en un descalabro de proporciones escatológicas.

El remedio se conoce pero quienes toman las decisiones no tienen interés en usarlo; el árbol del conocimiento sembrado en el edén sigue siendo un mito para las mayorías humildes a quienes continúan ofreciendo la manzana de su desgracia; retornar a los jardines del vergel solo es posible si se derrota a esos embusteros.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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