“Si yo tuviera pa’comprar tu amor, yo lo compraba, yo lo compraba, cuando estuviéramos en lo mejor, yo te olvidaba, yo te olvidaba, solo lo haría pa’que te convencieras, que el amor comprado ese no es sincero, ese que se consigue sin moneda ese si es puro y verdadero”.
Este verso del Amor Comprado, hermosa canción del maestro Armando Zabaleta, inmortalizada por Alejo Durán, representa claramente lo que es la política, o mejor, la politiquería de nuestros tiempos.
El sentir popular es que la política está basada en el dinero, si no tienes, no puedes hacerla, sin plata para los “líderes” estos no te apoyarán, si ya tienen credencial entonces la cuota de “ayuda” es mayor, dependiendo de los “votos que tengan”. ¿En qué momento llegamos a este nivel de degradación den la política?, ¿en qué momento dejamos como sociedad que esto pasara con nuestros “lideres”? no lo sé, lo que sí sé, es que no estoy dispuesto a aceptarlo ni a patrocinarlo, no compraré “amor” político, pues como muy bien dice la canción de Zabaleta, ese no es sincero.
En la política, como en el amor, cuando se compra afecto, éste es pasajero y falso, solo un negocito electorero para la contienda del momento. Ya estamos viendo a “nuestros líderes” ofreciendo sus votos al mejor postor y a nuestros politiqueros de turno salir por todo el departamento, y el país, a comprarlos, con el convencimiento de que nuestro pueblo es un rebaño de borregos que seguirá fielmente las indicaciones de su supuesto “líder”.
No soy iluso y sé, que lamentablemente, hay personas que tienen precio y los politiqueros al que tiene precio se lo encuentran, así sea en dólares, como se ha visto en los últimos casos de corrupción. Pero, aunque parezca que son muchos los que tienen precio, los que venden sus ideales y su dignidad al mejor postor, la verdad es que son la inmensa minoría, pues la gran mayoría de nuestro pueblo y de nuestra gente, no tiene precio, no se deja comprar, tiene dignidad y eso me consta, el problema es que tampoco participa en política y ahí deja el espacio para que los pocos que tienen precio decidan por ellos.
Es triste ver, como incluso, los mismos compañeros de batalla, con quienes luchábamos por transformar la política desde hace más de 8 años, han sucumbido ante los cantos de sirena y por unas lentejas han llegado a trabajar con los politiqueros que tanto criticábamos, pero también es reconfortante encontrar, verdaderos líderes, con todo el peso político, que no dejan atrás sus ideales, que no sucumben ante la tormenta, y que aun, sin apoyo y sin dinero, no se dejan doblegar ni entregan su dignidad, porque tienen claro que a lo que se deben es a su pueblo, y ése, no tiene precio.
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Por: Diego Muñoz Marroquín