Durante el siglo veinte el capitalismo promovió la producción a gran escala, lo contrario a la producción artesanal que se practicó en sus inicios; varios argumentos se emplearon para afianzar su conveniencia: la reducción de costos por unidad, la eficiencia del uso de la mano de obra, el incremento en la productividad, etc.; en efecto esto dio lugar a la formación de grandes conglomerados , intensivos en capital, dados a acompañar sus procesos con investigación propia o financiada por el Estado y con inversión en territorios natales y en el extranjero.
El control por los mercados desemboco en una concentración sin precedentes al amparo de las fusiones, las compras y las asociaciones, lo que elimino la libre competencia y afianzo el abuso por parte de quienes poseen posiciones dominantes y especulan en el comercio mundial; los excesos incluyen el uso de prácticas y sustancias prohibidas por las afectaciones que ocasionan al medio ambiente y a las comunidades en las que desarrollan sus negocios; los daños llegan a ser de tal magnitud que comienza a cuestionarse la conveniencia de mantener la manufactura de bienes y la producción agropecuaria con las características señaladas al inicio.
Los notables avances que la ciencia ha aportado al conocimiento de las leyes de la naturaleza, permiten adelantar procesos de producción de menor escala, con la precaución que el entorno requiere, facilitan un agrupamiento más amigable de las comunidades involucradas en la actividad económica y favorecen la diversificación, que garantiza mayor estabilidad y una atención más personalizada, coherente con las diferentes necesidades que requiere el cuidado de los consumidores.
A contramano de la concentración que promovió el capitalismo con el argumento de la economía de escalas, la tendencia del futuro es la diversificación en un nivel superior. En energía disponemos de múltiples fuentes: eólica, solar, fusión nuclear, geotérmica, corrientes oceánicas, etc., además de la hidroeléctrica.
En agricultura son posibles las pequeñas y medianas unidades productivas, pero con uso intensivo de tecnología: ambientes controlados, riego y dosificación de nutrientes y correctivos controlados por computador e igual en otras áreas.
La competencia otro de los paradigmas de la producción capitalista, desbordo el uso prudente de los recursos naturales y de la mano de obra, dado que su propósito es la ganancia del capital; de tal manera que el futuro, si pretendemos mantenernos en el planeta tierra por mucho tiempo, exige la colaboración y la planificación que conduzcan al uso de lo que se necesite, sin derroche, pero guardando que no se prive del beneficio a nadie. Las reglas de la sociedad capitalista tendrán que demolerse.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com