El Quimbo se convirtió en un proyecto con licencia para matar, otorgado desde las altas esferas del Estado colombiano.
Hoy por más que se rasguen las vestiduras los altos dirigentes de nuestro departamento, y de las medidas que se emitan desde las instituciones ambientales y judiciales, el daño ya está hecho y es un imposible reversarlo.
Desde luego que es muy importante que se tomen estas medidas cautelares desde las instituciones ambientales y judiciales, que debieron tomarse antes que la multinacional española, con licencia en mano otorgada por el gobierno nacional de la época, invadiera nuestro territorio y causara tan irreparable desastre social y ambiental.
La tala de millones de arboles de diferentes especies han causado la muerte de millones de animales silvestres. Su hábitat ha sido cercenado por ruidosas motosierras. Luego vendrá el llenado y los pocos sobrevivientes morirán y conjuntamente con la biomasa vegetal se descompondrán para convertirse en gas metano que saldrá a la superficie de la represa para luego ir a las nubes y convertirse en lluvia ácida, que terminará afectando la zona agrícola y ganadera adyacente.
Ha quedado en entredicho la capacidad y voluntad de quienes podían hacer mucho por impedir esta catástrofe, o lograr grandes compensaciones a cambio; para mitigar los enormes daños ambientales y sociales que causa la construcción de una represa de tal dimensión, que están a la vista en experiencias en nuestro propio territorio con Betania y otros ejecutados en diferentes partes del mundo que han causado desastres ambientales y sociales de grandes dimensiones, hasta la pérdida de miles de vidas humanas.
Nuestra dirigencia política y gremial como la cámara de comercio en cabeza de su presidente, merecen ser objeto de un juicio político en el cual deben dar explicaciones a todo el pueblo huilense, sobre las razones que los indujeron a respaldar e incluso a justificar la construcción de la represa, a no escuchar a los ambientalistas y afectados que advertimos sobre los grandes engaños del proyecto, que hoy se ha convertido en una verdadera pesadilla, por lo que ha ocurrido, lo que está ocurriendo, y por los efectos posteriores luego de su llenado.
El verde paisaje muere, sus huéspedes ya no están, es la razón que nos mueve ante el mundo a denunciar, que un invasor español bajo el amparo estatal, asesina nuestra flora, nuestra fauna y mucho más. Ya no se escucha el cantar de la mirla y del turpial, las ruidosas motosierras, arrasaron su hábitat.
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