La mentalidad conservadora, tradicional, patriarcal y premoderna de los huilenses es uno de los mayores frenos para alcanzar las metas de crecimiento económico, equidad social, competitividad productiva y amplia democracia política en la región. En el Huila todavía somos una sociedad de recolectores como la de nuestros antepasados del paleolítico. Para la muestra basten dos botones.
15.000 ganaderos sostienen 430.000 cabezas de vacunos en 1.100.000 hectáreas de tierra, con una capacidad de carga de 0.43 reses por hectárea, una producción lechera de 164.000 litros día (3.6 litros por vaca diarios). El departamento de Córdoba tiene una capacidad de carga de 1.2 reses por hectárea y un promedio de 6 litros por vaca. Pero en otros países latinoamericanos como Argentina y México, el promedio es de 12 litros por vaca y la capacidad de carga es de 5 bovinos por hectárea. Aquí no hacemos mejoramiento de pasturas, ni de raza, ni adecuación de terrenos con división de potreros, establos, abrevaderos o complementos alimenticios al pastoreo.
Es lo que la naturaleza quiera dar y así la productividad es muy baja y nada competitiva en los mercados internacionales, especialmente crítica hoy con una economía globalizada y con tratados de libre comercio con países de alta producción lechera. Sólo un sector minoritario de pequeños y medianos ganaderos han empezado a mejorar sus tecnologías y sistemas de producción pecuaria logrando márgenes de rentabilidad adecuada en su negocio. Sin embargo la inmensa mayoría de quienes tienen grandes extensiones de tierra son enemigos de asumir riesgos y quieren tener sus haciendas como fuente de prestigio y poder, añorando un pasado feudal al que barrió el capitalismo y negándose a invertir en el progreso y convertirse en empresarios. Pero eso sí, que nadie les hable de reforma agraria porque ponen el grito en el cielo.
El segundo botón es el cacao. El departamento llegó a tener 11.000 hectáreas de este cultivo que hoy se han reducido a 7.500 en las que se producen 3.500 toneladas al año. La bajísima productividad de 450 kilos por hectárea llevó a muchos cacaoteros a tumbar sus cultivos reemplazándolos por arroz, frutas, maíz, tabaco o ganadería. Otras cientos de hectáreas se las comieron las represas de Betania y El Quimbo.
En una época se dijo que el cacao era el mejor negocio porque se sostenía con un tonto, un burro y un zurrón para cargar las mazorcas. Los cacaoteros se quedaron con los métodos de los bisabuelos, que sembraban la semilla tomada de los palos más productivos sin importar variedades, sin procesos de clonación para mejorar producción, con riego por gravedad que lava la tierra y se le lleva la mejor capa orgánica, con árboles envejecidos de 50 y 100 años, que sólo dan 2 o tres pepas por cosecha. Mientras tanto en Ecuador y en el África, están produciendo dos mil kilos por hectárea con métodos productivos modernos. Nosotros seguimos siendo un pueblo de recolectores, apegados al método del tonto, el burro y el zurrón.
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Por: Eduardo Gutiérrez Arias – eduardo_gutierrezarias@yahoo.com