Cómo no salir a respaldar al connotado hombre de leyes, brillante académico y extraordinario ciudadano ante los viscerales ataques de los que ha sido víctima, si somos testigos de su impoluto proceder y admirable manera de actuar.
Quiero contarle que conocí al doctor Aníbal Charry González cuando mi hermana menor era estudiante de derecho de la Universidad Cooperativa de Colombia. Los continuos comentarios acerca de la brillantez de este jurista y los excelsos conocimientos sobre el derecho y las leyes que ella le reconocía a diario y sobre los cuales hiciese comentarios cotidianamente, merecieron toda mi admiración y respeto, así como el de los demás miembros de la familia, que sin ser amigos, lograron cultivar un gran aprecio por su profesionalismo y liderazgo positivo al interior de la academia, logrando despertar vivas pasiones de sus discípulos para con la carrera que cursaban.
Este prohombre liberal, de moral intachable, ha forjado una reputación que le otorga por derecho propio, toda la autoridad ética para reclamar abiertamente a sus agresores el respeto por su prestigio.
Es verdaderamente conmovedora la columna de opinión escrita por el doctor Charry y publicada el domingo cuatro de octubre en este mismo medio impreso, titulada “Sicarios morales”, pues se nota verdaderamente la molestia que le causa el embate del que ha sido víctima por parte de personajes que él mismo menciona en su escrito y a quienes censura abiertamente y tacha de sicarios morales.
De eso somos víctimas muchas personas en esta ciudad y en este país, en donde cualquiera se siente con la autoridad para denigrar, atacar y menoscabar el buen nombre de otras, por simples celos o porque nunca pudieron llegar a los niveles de éxito y prestigio de sus semejantes.
Mi consejo para quienes son atormentados por los comentarios de estos mercenarios públicos que buscan beneficios particulares, generalmente pecuniarios, está en la famosa frase de Moliére que dice: “Esforcémonos en vivir con decencia y dejemos a los murmuradores que digan lo que les plazca”, pues difícilmente lograremos con la justicia colombiana cerrar sus venenosas fauces y al no ser nosotros de su misma calaña, ante las ineficientes leyes, tendremos que sobre llevar en nuestros hombros el peso de sus vilipendias, sin que nos generen hernias mentales ni espirituales.
Doctor Aníbal, la sociedad huilense reconoce en un usted a un ciudadano valioso, probo, íntegro y de gran importancia; no hay razón para dejarse afectar por los comentarios de quienes son sus sayones en esta historia que estamos escribiendo a varias manos quienes somos testigos del paso del tiempo y con él de los hechos. Usted tiene un espacio ganado y un nombre que ha forjado con esfuerzo, dedicación y esmero. No habrá comentario que deteriore dicha marca, ni acto probado que la respalde, por lo que los ciudadanos de bien seguimos creyendo fielmente en lo que usted representa como ser humano en todo su contexto.
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Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com