Tener madera para mejorar el ambiente

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En la vereda La Mesa, HOCOL y la comunidad trabajan por la sostenibilidad local y global a partir del conocimiento compartido y del desarrollo de la vocación y del capital humano. Es una forma de aprender a “tener madera” para construir riqueza, saber usar adecuadamente los recursos y generar desarrollo.

Cuando las personas tienen vocación, realizan sus tareas con calidad y se preocupan por aprender continuamente, se dice que tienen madera. Y esto es lo que ha venido ocurriendo con muchos habitantes de la vereda La Mesa, una comunidad que desde hace cuatro años se ha empecinado en mejorar sus sistemas ambientales

Dicen los más experimentados que quien tiene madera logra muchas más cosas en la vida. Se tiene madera para manejar el hato, para vender más carne cuando hay decisión de tener ganado doble propósito, para comercializar la leche y, también, cuando se saben multiplicar las opciones para mejorar el ambiente y darle vida a todo lo que con él se relaciona. Quien tiene madera, pues, sabe y sabe hacer que muchas cosas salgan adelante.

Y si los que saben y los que quieren aprender se unen, se multiplican las opciones de progreso. De ahí que HOCOL, los asesores de la Fundación del Alto Magdalena (FAM) y los habitantes de la vereda La Mesa hayan estrechado lazos para proteger los recursos ambientales.

Primero fue la creación de un vivero (ver artículo La naturaleza es hermosa, Revista Acciones 1 semestre 2014), de donde saldrían las plantas y árboles que necesitaba la zona para “el repoblamiento vegetal y la reforestación con especies nativas”, como lo explica Dúber Joven, entonces presidente de la Junta de Acción Comunal. Sólo bastaba mirar alrededor para comprobar que “en las partes planas la región estaba muy despoblada de árboles y que se requería más sombrío para el confort de los animales: elegimos el samán”. Pero también se decidieron por “la leucaena y el matarratón, que recogen el nitrógeno y son plantas forrajeras, y por el iguá, para en el futuro –como ocurre hoy-, poder tener madera”.

Fueron varios los beneficiarios del vivero, recuerda Dúber. Por ejemplo, “reforestamos en el predio Ojo Real, en donde hicimos divisiones de potreros”.  A la vez fue posible sacar adelante la propuesta de sustitución de cercados y para ello se usó material nativo, contando con el apoyo de HOCOL. “En mi finca había 35 hectáreas despobladas de árboles, de las cuales ya vamos cubriendo un 20% reforestadas con cercas vivas”.

“Yo puse la mano de obra y  el sostenimiento.  Fue una labor familiar. Mi papá ayudó a abrir los huecos y contratamos un ayudante. Claro que toda la familia participó y hoy valora lo hecho. Pensamos en el tiempo invertido y en el valor agregado que trae lo realizado. “Para mí, la primera escuela es la casa pero también hay que decir que fue en la escuela veredal en donde empezamos la reforestación”.

Total a las hileras de matas les metieron plátano, “que es comida. Puse el aislamiento de los potreros para que el ganado no se coma los arbolitos. Hoy también digo que si uno deja un árbol solito, la gente lo descuida, pero si le siembro comida al lado, pues voy limpiando el plátano y hay un nuevo estímulo para cuidar el medioambiente.  Eso se me ocurrió gracias a lo que nos enseñan los asesores de la FAM  en temas de seguridad alimentaria y cuestiones ambientales. Yo trato de integrar todos los saberes –el ambiental, lo ganadero y el de seguridad alimentaria-, y va mejorando la finca y el bienestar familiar”.

Así, los habitantes de La Mesa entendieron que para “tener más madera”, también había que valorar lo aportado y aprovechar la formación. Hoy, haber estado en el Programa de Educación y Desarrollo Ambiental apoyado por HOCOL se identifica como una nueva ganancia. Fue así como se vio la necesidad de analizar las oportunidades de la zona y para ello se incluyó el estudio de los suelos, con asesoramiento técnico in situ de los asesores de la FAM.

La idea es poner en práctica todo lo que nos enseñan, sostiene Dúber Joven. Es profundizar más en las inquietudes, llevar a cabo los proyectos y lograr que sean sostenibles en el tiempo. En otras palabras y como lo sostiene HOCOL, es construir riqueza, promoviendo la cogestión, mejorando el conocimiento y fortaleciendo el tejido social. Es motivar la participación activa de cada uno en la construcción del proyecto Nación.

Han sido cuatro años en los que se han llevado a cabo diversos proyectos en La Mesa, “como el de los jagüeyes que, con sus cortinas de plantas, permite que los patos estén en la zona de manera permanente. Con los árboles, que también dan frescura, llegan más aves y habrá más confort para los animales”, repite Dúber. “Es que en las fincas resulta necesario que los animales estén cómodos, porque eso hará mejorar rendimiento y producción; entonces el predio podrá ser económicamente sostenible y también rentable”.

El sombrío es una necesidad, dice Joven. Por eso el año pasado propusimos un nuevo proyecto y ya hemos sembrado una hectárea lineal, 200 árboles por competencia por doseles, todos próximos. La idea es que haya competencia por luz y que crezcan rápidamente, tal como lo explicaron los asesores. En los potreros, que están divididos, hay brachiaria y pasto puntero, que sirven de alimento para diversas razas de animales de ordeño y doble propósito. “En un futuro muy corto, habrá sombrío”, recalca… y plátano, que la familia comercializará en Paicol y ayudará para el sostenimiento.

Hay que ver la finca como está y como se la quiere ver en el futuro, agrega Dúber Joven. Toca proyectar y estar atento al cambio en el medioambiente, sembrar la comida, cultivar como agricultor y cuidar la parte económica. En otras palabras, ayudar a construir el desarrollo propio.

Cuando se  comprende la utilidad de tener madera, la vida va para mejor. Y si uno tiene madera, “como que ya no quiere salir de su finca”.

Tener madera para mejorar el ambiente 2

En Las Moyas, saber y amor

Ovidio Espinosa, encargado de la finca La Mesa, ubicada en la vereda del mismo nombre, comenzó hace tres meses su primer proyecto con HOCOL.

Primero asistí a las capacitaciones que se dictan en la escuela veredal y aprendí del mantenimiento de los árboles. Una vez al mes nos hablan de la reforestación y del cuidado de las aguas. Y eso funciona, es útil.

Del vivero de doña Blanca, cuenta, trajimos 100 árboles -entre matarratón, iguá y samán-, que se sembraron a una distancia de 4 metros cada uno, dando en total unos 320 metros lineales. HOCOL dio los árboles. La idea inicial es cuidar y proteger un nacimiento de agua, el de Las Moyas, pues sin agua no se puede hacer nada. Se trata de proteger el agua en todo su ciclo natural.

En esta finca, que es ganadera, también se reforestarán los potreros para el sombrío y para que el ganado coma matarratón. Con el samán, que les gusta mucho a las hormigas, se saca la cerca viva y hemos aprendido que el iguá es el maderable. Yo abrí los hoyos, sembré y estoy pendiente de las plantas.

Me vine del Tolima hace 20 meses y desde que llegué, a finales de 2013, me vinculé a los proyectos. Sé que el de gallinas ponedoras, también auspiciado por HOCOL y asesorado por la FAM, ha ido bien; del producto de los huevos se van a comprar más animales.

Se descubre cómo aprovechar mejor las cosas, y se les pone saber y amor para que se pongan bonitas.

Ganancia colectiva

La idea es desarrollar la capacidad de gestión propia de la comunidad. Y si se mira la asistencia a las capacitaciones que ofrece HOCOL, dictadas por los asesores de la Fundación del Alto Magdalena, bien podría decirse que hay varios logros alcanzados.

En 2015 se han congregado entre 25 y 30 personas por capacitación, destaca Nicolás Parra, asesor de la FAM. Comenzamos con un recuento de lo visto para actualizar a quienes se inician y cerramos, como ha ocurrido este año, con el Protocolo de Kyoto y diversos convenios, con la idea de que se comprenda que en lo medioambiental lo local tiene un impacto global. Es fortalecer sus competencias para asumir nuevos retos.

En los talleres, apoyados por HOCOL y abiertos a toda la comunidad, también se trabajan temas de residuos sólidos, conservación de ecosistemas y fuentes hídricas, recursos  renovables y no renovables y se caracterizan áreas ambientales específicas. Los temas se socializan en la reunión final y cada persona elige el área en la que le interesa profundizar.

Los habitantes de La Mesa, afirma el asesor, están cumpliendo. Cumplir y participar es algo que se recalca continuamente. Para otorgar los beneficios son decisivos, además, la constancia en el proceso de desarrollo y el acompañamiento.

Farid Almario, asesor en agricultura, lo explica de esta manera: “ahora hay más participación de la comunidad. En los talleres se relacionan las cosas entre sí, se suman conocimientos adquiridos en la práctica y se integran aprendizajes. Por ejemplo, reciben capacitación sobre manejo y sostenimiento de las plantaciones. Los tres asesores, además, trabajamos en equipo un día en un encuentro de saberes agrícolas, ambientales y ganaderos para el beneficio de la comunidad. Asimismo, la idea es que los temas tengan jornadas de campo o demostración de métodos”

Como lo dice uno de los participantes a las capacitaciones, compartimos saberes con los  técnicos y aprendemos a aprovechar cada cosa. Es lo que está ocurriendo con la utilización de los abonos del corral de los ganados o lo que deberá ser el proyecto que pronto presentará la comunidad, de beneficio para cuatro familias,  para  construir unos pozos sépticos.

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