Son tiempos extraños

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¡Son tiempos extraños! No encuentro otra forma de referirme a la época actual, en donde diversos acontecimientos nos han llevado a vivir situaciones nunca antes vistas. No hablo solo del escenario de la pandemia, complejo de por sí, hablo de algo mayor, más profundo, un tema de fondo; la conducta del ser.

Es triste que la agenda noticiosa diaria usualmente sea compuesta por hechos que no solo atentan contra un imaginario de sociedad civilizada, sino también de seres humanos.

Situaciones contra nuestros niños, contra nuestras mujeres, contra nuestros adultos mayores, contra los recursos de todos e incluso contra los animalitos, son la constante y esto nos lleva siempre a la misma cuestión: ¿Pero que le está pasando a la gente?

Pues bien, este escenario de conductas reprochables, es el resultado de una sociedad en donde los valores “han pasado de moda”. Así es, las virtudes, los valores, los buenos comportamientos, las buenas costumbres, esas que fueron la esencia de nuestros abuelos, de a poco se han ido quedando atrás. Un hombre que corteja a una dama con flores y cartas es anticuado, solo por poner un ejemplo.

Pero el tema es más profundo todavía, el tema es uno solo; la falta de Dios en nuestras vidas. Quienes me conocen, saben de mi identidad y convicción, y hoy no pretendo convertir a nadie ni exponer razones doctrinales de credo alguno, no.

Lo que pretendo hoy es razonar con ustedes sobre el daño que le está causando a nuestra sociedad la desacertada idea de que la relación con Dios – sin importar el credo religioso- es algo anticuado, algo del pasado, algo que no cabe en la era de la modernidad.

¡Que noción tan equivocada! pues a la fecha, no conozco congregación religiosa que enseñe a hacer daño, por el contrario, todas conforme sus bases doctrinales tienen un solo propósito, buscar a Dios y para esto, el camino es el cambio de vida, la conversión del ser.

Por eso, me ha causado gran escozor el rechazo desmedido a la reactivación progresiva de cultos religiosos. En primera medida porque si bien el mensaje del respeto de derechos, participación con equidad, generación de condiciones para todos, es el discurso de la sociedad del nuevo siglo, este se esfuma cuando se habla del sector religioso.

En palabras de Carlos Alberto Baena, Vice Ministro del Interior “El sector religioso (entidades religiosas y organizaciones basadas en la fe), trabajan por la equidad en beneficio del bien común, la acción social, el ámbito educativo, la promoción cultural y la convivencia con respeto en Colombia”. De esta manera son estas organizaciones las que aportan a la construcción del tejido social, a la mejora de la sociedad, pues una persona que ejerce su fe, renuncia a actividades que le hacen daño a su ser y a su entorno. ¿Acaso eso no es lo que todos buscamos, que la sociedad sea mejor cada día?

Claro, los cultos religiosos, son actividades que en normalidad generaban aglomeración, pero hoy se han dictado protocolos para garantizar el distanciamiento social, el mínimo contacto, la higienización en todo el proceso. Quizás los protocolos más estrictos se encuentran en este sector. Pero comparar su reapertura con la de un sector económico o del entrenamiento no solo es desacertado, sino también irrespetuoso.

Así que en el marco del respeto a las diferencias, los invito a que la defensa de derechos sea para todos los sectores, pero también a que le abramos el corazón a Dios, sin importar cual sea su credo, aquí lo que importa es que todos juntos comprendamos que la única salida para esta y todas las adversidades que puede vivir el ser humano, es el cambio de conducta, la reinvención positiva, y este precisamente es el propósito de la religión.

Son tiempos extraños, pero si damos lo mejor de nosotros en estos momentos, pasaremos a la historia como la sociedad que en medio de la adversidad se unió y encontró el camino para ser mejores. ¡Sigamos adelante!

Por: Karlos Umaña Arias – karlos.umana@gmail.com
Twitter: @
KARLOSUA

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