Rómulo el vivo y Fulvio el bobo

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En cierta comarca que no deseo nombrar, vivía un hombre justo, un intelectual; era muy brillante y también muy sagaz, por eso mandaba en la comunidad.

A él lo seguían colectivamente, por su compromiso con toda la gente, de todas maneras tenía admiradores, que eran unos bobos, parecían bufones.

Fulvio barrigón, bizco y brabucón, lideraba la corte como buen bufón; producía risas pues no tenía norte y sin temor mostraba que era bárbaro y torpe.

Cuando había una marcha se iba adelante, creyéndose el pobre alto y elegante y se bamboleaba moviendo la panza, zangoloteándose todo como en una danza.

A él lo acompañaban algunos guasones, igual de zoquetes que este mequetrefe, eran muy lambones con Rómulo el vivo, le hacían muchas venías los entrometidos.

Todo el mundo hablaba que Rómulo gozaba de los disparates de estos badulaques y lo distraían y lo entretenían mostrándole siempre sus majaderías, pues eran lenguaraces y hablaban de más, profiriendo sus locos y tontos disparates.

Todo el pueblo hablaba de esta rara corte que adulaba al vivo siendo ellos muy torpes. Con el liderazgo de Fulvio el desmañado, inventaban chismes los acomodados, eran charlatanes y hablaban de más, sin importarles nada a quien lastimar.

Yo les cuento la historia de esta gran comarca que albergaba al vivo con toda su plata y hospedaba al bobo y toda su gran corte, unos charlatanes, bruscos y muy torpes.

Un circo muy bello está en la región, seguramente necesitan de unos saltimbanquis, para con éstos completar el  show. Si Rómulo quiere los puede licenciar, para que por fin quieran trabajar, pues son holgazanes y hasta perezosos, pues se acostumbraron a hacer sólo el oso. Que aprovechen la fama y chistosa figura para convertirse en caricaturas, pues toda la vida no pueden andar, hablando pendejadas y sin trabajar.

Así pasa la vida en aquella comarca con Rómulo el vivo y Fulvio el gran torpe, unos personajes que han cobrado nombre porque sus figuras son de gran renombre, y viven la vida haciendo lo suyo, trabajando poco y charlando mucho.

Perdonen ustedes esta mala rima, pero quería referirme a ciertas lagartijas, que meten su cola en temas ajenos y sus feas bocotas nunca tienen freno.

Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa

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