Por: Alfredo Vargas Ortiz[1]
Colombia sigue inmersa en un conflicto armado interno durante más 50 años que está generando el sacrificio de una infinidad de personas. Esta situación se ve abonada por el contexto de violencia generalizada en el ámbito latinoamericano. De acuerdo con el informe de la Unidad de Víctimas del Gobierno Nacional[2] a febrero de 2020, se registraron 8.650.169 víctimas en Colombia. De esta significativa cifra 169.201 (47.052 directas y 122.149 indirectas) los representan víctimas de desaparición forzada, 995.393 fueron de homicidio (267.297 víctimas directas y 728.096 indirectas), 7.358.248 sufrieron desplazamiento forzado y 7.431 niños y adolescentes estuvieron vinculados al conflicto.
La dinámica de escalada del conflicto pone de presente una nueva crisis que no ha sido atendida por el gobierno nacional con el nivel de importancia y contundencia que merece, tal como ha ocurrido con el COVID 19, uno esperaría ver al líder natural de este país, el Presidente IVAN DUQUE, en una sala de crisis atendiendo las variables del conflicto, consultado a expertos y tomando decisiones para evitar que este mar de sangre que recorre al país se detenga, pero la verdad la poca credibilidad y esperanza que se tenía sobre este gobierno ya está perdida y la esperanza de apostarle a la paz duradera y sostenible se fue por el abismo, tal como fue célebremente anunciado por los líderes de este país “Hay que hacer trizas el acuerdo” pues ellos, se lucran de la violencia, alimentan a los bancos, compran tierra mediante su uso y se apropian de grandes extensiones de tierra o vende el territorio a las transnacionales y naturaliza la corrupción y el narcotráfico como “tragedias familiares”, mientras los de abajo siguen poniendo los muertos.
Claro la muerte de líderes sociales, civiles, de mujeres, niños, ancianos, de nuestros soldados y policías y de los insurgentes, son simples efectos colaterales de una guerra en donde personas que no se conoce se mata, por ideales fútiles, vacuos y de avaricia de personas que si se conoce pero que no se matan. Qué fácil es hablar de la guerra e incitar al odio a las bases sociales desde el escritorio, pues como se explica el síndrome de Estocolmo a gran parte de los colombianos, ya es común enamorarse de su victimario, lo adulan, se toman fotos con él, no les vale que les aumente los impuesto, que trafique influencias, que le robe el pan de la mesa, pues ellos están allí para atizar la política del miedo, porque cuando este gobierna, es más fácil manipular con verdades a medias y mentiras tan bien estructuradas que embrujan a los incautos que no leen y que resulta del todo más fácil para ellos actuar y “votar emberracados”, contra la paz, a favor de la corrupción, o para salir en plena pandemia a contagiarse y morir en el sistema de salud que ese mismo régimen tienen destrozado por la corrupción.
Es hora de hacer una alto en el camino de parar la guerra y de hacer que viva la paz estable y duradera, no es posible que sigamos admitiendo tanta insensatez, los líderes se conoce por la forma en como enfrentan la crisis y Colombia tienen una oportunidad histórica de cambiar el rumbo en el que se encuentra para ello es fundamental acabar con los principales motores del conflicto a saber:
- El narcotráfico: Como principal motor de la violencia, debe atenderse de raíz, la sustitución de cultivos ilícitos, la inversión social por vía de la reforma rural integral, la legalización de la droga y el enfoque de salud mental son algunos de los aspecto que nos permitirían hacerle frente a este flagelo que nos hace el principal producto de cocaína del mundo y por supuesto exigir corresponsabilidad al principal consumidor del mundo los EE.UU, para que ataque la demanda de manera mucho más contundente, pues si la demanda existe la oferta siempre existirá.
- Las violencias: Contra las mujeres, los niños, ancianos, contra los pobres y excluidos, y por supuesto la violencia política es un mal que debe ser atendido con una pedagogía del respeto a la vida, pues la vida es sagrada, se requiere de una justicia mucho más efectiva y eficiente, de unas autoridades conscientes de su responsabilidad con el deber de respeto y garantía sobre el cual se ciñe su existencia, un Estado que no respeta ni hace respetar a sus ciudadanos es un Estado que no tienen justificada su existencia.
- La inequidad y desigualdad social: La pobreza extrema en la que nos tienen metidos es una verdadera pandemia, los niños mueren de hambre en la Guajira mientras que en Bogotá se jactan de cocteles y comida celebrando los jugosos réditos del poder, una lucha frontal contra la corrupción, una renta mínima básica para todos, una verdadera generación de empleo invirtiendo en la pequeña y mediana empresa, en infraestructura, en opciones de seguridad alimentaria, seria formulas importantes de igualar por lo bajo a quienes padecen la pobreza extrema.
- La Educación como motor de transformación social: Debe ser el eje fundamental de la liberación de los pueblos, el maestro Paulo Freire, pone de presente que “La posibilidad de transformación del mundo por la acción del pueblo, liberado a través de esa educación, es una opción para anunciar así las posibilidades de una nueva y autentica sociedad, que liberada es capaz de convulsionar el orden anacrónico en el que todavía nos vemos (La Educación como práctica de la libertad).
Al debacle de la educación se suma la exigua remuneración: Mientras que un juez del Circuito en Colombia se gana $8.5000.000, un docente con maestría y Doctorado en una Universidad Pública no gana más de $4.500.000, un magistrado, un procurador delegado puede ganar alrededor 15 millones, lo cual no está mal por la importancia de su labora en la justicia, pero cuán importante es la educación, como para que nuestros docentes reciban un sueldo considerado a las responsabilidades de preparar a nuestros hijos.
La débil infraestructura educativa da vergüenza, como es posible que en pleno siglo XXI, tengamos colegios y escuelas con deficientes y precarias condiciones de infraestructura, con baños que dan asco y con salones que parecen una prisión en condiciones climáticas infrahumanas, con bibliotecas pobres y con un sin número de falencias que hace inapropiado el quehacer educativo.
Lo más terrible es que nuestro cuerpo docente este tan debilitado, su reconocimiento es nulo, los padres no los respetan y valoran, el gobierno los humilla haciendo que cada año tengan que salir a la calles a defender sus derechos, mientras nuestros hijos pierden un valioso tiempo para educarse y ellos desgastados no logran tener las condiciones adecuadas para su optimo desempeño.
Cuan importantes son nuestros maestros para lograr la liberación de los pueblos, en ellos recae la responsabilidad de lograr una conciencia crítica de los estudiantes para que formados en la libertad puedan decirle en la cara a los politiqueros lo mal que hace al desangrar la educación pública y en hacer de ella un fracaso. Cuán importante e inspirador son nuestros maestros para que con su ciencia y experticia nos enseñen a sacar de la ignorancia a nuestros pueblos que sumisos todavía le rinde pleitesía a los apellidos y a la burocracia enquistada. Cuán importante son los maestros para que enseñen a sus alumnos tus hijos, pues los padres te los han entregado, para que con el arma más poderosa (la educación) se liberen de lo que los tiene oprimidos.
- Promover a los trabajadores de bien: No tenemos una consigna distinta que el servir, somos en esa parte de la humanidad distinta que ha sido puesta por la sociedad y la divinidad, para hacer con las herramientas que nos proporciona el Estado y el sistema democrático, la distribución equitativa de las oportunidades, la generación del mayor beneficio para los que lo necesitan, y por ende, no es ajeno a nuestra labor la polémica, la desconfianza, pues ya ha hecho carrera que año, tras año, a estas personas se le ha mentido sobre la solución a sus problemáticas y cada situación debe ser vista como una oportunidad para dignificar su persona, en la medida en que lo que hacemos en efecto le devuelve la credibilidad en el Estado y ante todo le garantiza sus derechos.
Que pare la guerra y que viva la paz, depende de nosotros no de ellos, la verdadera paz está en el campo y en las ciudades en la lucha política para que los virtuosos nos gobiernen y por eso la invitación sigue vigente como lo diría Martin Luther King “Siempre tendremos que conducir nuestra lucha en el plano alto de la dignidad y disciplina. Una y otra vez, debemos elevarnos a las majestuosas alturas del encuentro de la fuerza física con la fuerza del alma”, luchemos por la paz verdadera, #queparelaguerraquevivalapaz.
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[1] PhD, MD, Universidad Nacional de Colombia, Abogado U. Surcolombiana, Docente de Planta USCO, Director grupo de Investigación Derecho Internacional y paz. Director Ejecutivo Centro de Estudios Internacionales World`S Key. #queparelaguerraquevivalapaz.
[2] UNIDAD DE VICTIMAS. Registro Único de Víctimas (RUV). [En línea]. http://rni.unidadvictimas.gov.co/RUV [Consultado el 20 de enero de 2017].
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Por: Alfredo Vargas Ortíz – alfredo.vargas@usco.edu.co
Twitter: @Alfredovargaso