Aunque algunos colombianos aún critiquen el proceso de paz y fin de la guerra entre el grupo ilegal armado FARC – EP, por lo que consideran desaciertos del gobierno de Juan Manuel Santos, en cuanto a las bondades y concesiones otorgadas a los integrantes desmovilizados de esta guerrilla; muchos colombianos lo aplauden pues reconocen que gracias a estos acuerdos, el país conoció en realidad por algún tiempo la tranquilidad y la paz.
Seguramente ciertas personas que lean esta columna de opinión estarán de acuerdo conmigo y otras desaprobarán lo que escribo, de eso se trata la opinión, máxime en una democracia. Lo cierto es que quienes vivimos verdaderamente de cerca la violencia y conocimos los excesos por parte de los actores de la guerra interna que sacudió al país por décadas, creemos que “es mejor una paz imperfecta que una guerra perfecta”, sobre todo porque los que más sufren los efectos de las confrontaciones son las poblaciones más vulnerables.
Nelson Mandela expresó en una alocución pronunciada en Nueva Delhi el 31 de enero de 2004, que: “La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podamos prosperar, independientemente de la raza, el color, el credo, la religión, el sexo, la clase, casta o cualquier otra característica social que nos distinga. La religión, las características étnicas, el idioma y las prácticas sociales y culturales son elementos que enriquecen la civilización humana, que se suman a la riqueza de nuestra diversidad. ¿Por qué dejar que se conviertan en causa de división y de violencia? Estaríamos degradando nuestra humanidad común, si permitimos que eso ocurra”.
¿Por qué no unirnos en la búsqueda de una paz total y así generar verdaderos espacios para el desarrollo integral del país?, ¿por qué no superar esas cargas emocionales que tanto agobian a algunos, reconciliarse a sí mismos y trascender, para encontrar la paz interior y ser generadores de convivencia pacífica?, creo que la política debe ser un instrumento forjador y constructor de justicia social y de concordia, no lo contrario, como lo pretenden algunos.
La paz total es un concepto creado por el gobierno actual con el cual convierte la búsqueda de la armonía en una política de Estado. Esto incluye la negociación de acuerdos con grupos armados ilegales, que menoscaban a nuestro país con violencia, masacres y narcotráfico, pero también busca poner a la comunidad en el centro de esas negociaciones, pues son estas las que viven en medio de la guerra.
Seguramente hablar de paz total en una nación acostumbrada al derramamiento de sangre, es como hablar de violencia en Islandia, Nueva Zelanda, Austria o Dinamarca; naciones más seguras y pacíficas del planeta, según indicadores presentados por “The Institute for Economics and Peace” a través del “Índice de Paz Global” (Global Peace Index), que mide el nivel de paz y la ausencia de violencia de un país o región.
Pero seguramente lo podremos lograr si tomamos conciencia de la importancia de la erradicación de este fenómeno al que enfermizamente muchos se acostumbraron.
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
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