Luego de recorrer cerca de treinta y nueve kilómetros de carretera en bastante mal estado arribamos a Villavieja, un municipio que se acerca a los cinco siglos de existencia, zona en el cual el capitán Juan de Alonso y Arias, funda por segunda vez la que hoy es denominada capital del departamento del Huila, pero que fue trasladada del Valle de las Tristezas como le denominaron, para refundarla el 24 de mayo de 1612 en el sitio en donde hoy está ubicada, con el nombre que conocemos hoy en día.
A Villavieja fui por primera vez cuando aún era un niño y en mi mente solo habitan recuerdos que me llevan a imágenes de un pueblito olvidado, carcomido por los años y por el polvo de sus deterioradas calles destapadas, con grandes casas de bareque, de falladas rucias por el serrín que levantaban los enormes buses escalera y los viejos y destartalados jeeps Willys que las recorrían de un lado para el otro.
A pesar de esos recuerdos, desde entonces, el desierto me ha parecido un lugar exótico, único, lleno de misterios y secretos por descubrir, con un paisaje hermoso que invita a ser caminado y visitado una y otra vez, porque siempre que se llega a este lugar, la energía que allí se percibe lo renueva a uno con una magia inimaginable.
Hoy en día, Villavieja es un municipio mucho más bello y próspero, a pesar de las malas administraciones que ha tenido, pero gracias a la aguda visión de empresarios con pensamiento disruptivo se ha logrado generar una dinámica especial que lo ubica en uno de los destinos turísticos más visitado del Huila y de Colombia, próximamente del latinoamerica.
Uno si quisiera que el pueblo villaviejuno eligiera un alcalde que valiera la pena y no llegara solamente con las intenciones de nutrir sus propias arcas, exprimiendo el exiguo presupuesto municipal, sino que fuera alguien con ideas en la cabeza, con capacidad de gestión y con poder de ejecución; así este diamante en bruto lograría su máximo brillo y habría prosperidad para todos sus habitantes.
Cuando hablo de empresarios con pensamiento disruptivo, me refiero a personas que logren con una dosis gigantesca de innovación y creatividad, generar proyectos ganadores como lo es el maravilloso hotel Bethel Bio Luxury, un lugar paradisiaco que rompe con todos los esquemas de la hotelería tradicional y que, jugando con la armonía del paisaje, ofrece servicios al mejor nivel, logrando ofrecer a sus huéspedes, experiencias maravillosas e inolvidables.
Luego de visitar el parque del municipio, interactuar con gente amable y servicial, entrar al templo y conocer la capilla de Santa Bárbara, una de las iglesias más antiguas del departamento del Huila, construida por los jesuitas y que es patrimonio histórico de Colombia, se puede emprender recorrido en vehículo particular o en una de las moto taxi que se ubican en una bahía de la plaza principal, y avanzar dieciséis kilómetros desierto adentro, para encontrarse con un lugar deslumbrante, no por las bombillas que iluminan, porque éstas son escasas, sino porque uno no alcanza a imaginar el sitio que va a encontrar, lleno de vegetación propia de un bosque tropical seco; es prácticamente un oasis.
La amabilidad de las personas que allí laboran es muestra de la capacitación al mejor nivel que se les imparte; hay gente linda, dispuesta a servir, siempre con una sonrisa, pues tienen claro y lo demuestran, que ellos son parte de la experiencia.
Entiendo que no ha sido fácil lograr mantener a flote el hotel, pues ha habido persecuciones por parte de autoridades ambientales, pero en realidad espero que las superen y que en medio de la legalidad puedan consolidarse y crecer, para que continúen prestando ese estupendo servicio y dando trabajo a mucha más gente de la región, aportando al desarrollo de esta zona del departamento y demostrando a nivel mundial que el Huila es un “Paraíso por Descubrir”.
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
Twitter: @Hufercao04


