Planificar o perecer

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Los economistas desde el llamado Consenso de Washington elevaron a dogma supremo lo que denominaron la “libre competencia”, es decir, convirtieron lo que es normal en la naturaleza, lo que Darwin había explicado como el proceso natural de formación de las especies, en el más alto concepto elaborado por los teóricos de la ciencia económica. Condenaron de esta manera en el ámbito social al más débil como víctima inevitable del más fuerte, e incluso a su desaparición como ha ocurrido en la evolución.

Desconocen la capacidad que la sociedad tiene de planificar en arreglo a la conveniencia de todos y de su organización: que producir, cuando y donde y como, a diferencia del reino animal que está sujeto a lo que el entorno le ofrezca y a la intervención del hombre.

La guerra comercial que viene escalando, es resultado de esta concepción que imposibilita acuerdos entre las naciones y las empresas de producir lo que la sociedad efectivamente demanda, porque lo que está en juego son las utilidades de los propietarios de esos negocios y no la solución a las necesidades de los moradores del planeta.

Estas reglas operan no solo en la producción de mercancías, de igual forma rigen la prestación de todo tipo de servicios como la ingeniería, y las necesidades vitales convertidas en mercancías como salud y educación.

Las reiteradas fallas que presentan obras de infraestructura como la vía al Llano, la concesión vial al sur del Huila, que se tragan millonarios presupuestos públicos y recaudo de peajes, no obedecen exclusivamente al irresponsable manejo de la geografía, a la alteración del paisaje sin ningún respeto por su preservación, justamente se dan porque el propósito es hacer en el corto plazo una pingue ganancia, sin importar las consecuencias que para la estabilidad y continuidad de las obras ocasionen sus  actuaciones.

Las repercusiones del desastroso manejo de las construcciones viales son múltiples: las producciones regionales quedan represadas y las perecederas se pierden irremediablemente, las zonas con vocación turística ven dramáticamente menguados sus negocios por la inaccesibilidad de los viajeros, como ocurre con la hermosa área de la cultura Agustiniana.

Un modelo de sociedad distinta es urgente, una en que la intervención a la naturaleza obedezca a la urgencia de atender necesidades básicas de la sociedad, a ofrecer bienestar a los pobladores del planeta, si se mantiene el enfoque de utilizarla exclusivamente para aumentar el saldo de la cuenta bancaria de unos pocos, la especie corre el riesgo de perecer como ya ocurre con otras tantas.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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