Medio Ambiente y el arte del engaño

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Libardo Gomez SanchezEn las películas los depredadores los presentan como unos seres horribles con unos aditamentos en diferentes partes de su figura corporal, listos a destruir lo que encuentren a su paso, así resulta fácil para el espectador identificarlos y hasta sentir cierta repulsa por su figura.

En la realidad es mucho más complejo porque regularmente los seres más dañinos, en especial en el género humano, se presentan como los entes más angelicales y protectores y así terminan engañando a muchos incautos; ocurre por ejemplo con las compañías dedicadas a la gran minería, a la tala de bosques, a la industria petrolera, a la producción de elementos tóxicos y en general a actividades o procesos altamente contaminantes o destructores del hábitat, disponen de los recursos económicos y la estructura corporativa suficientes para financiar campañas que los presentan como los adalides de la defensa de la naturaleza y la protección del medio ambiente: no falta el concurso a la mejor idea para preservar la tierra o el cuaderno con la invitación a sembrar un árbol o abstenerse de matar un pájaro, conductas que sin demeritar no resuelven las graves amenazas que constituyen sus actividades  destructoras.

Los depredadores también se clasifican según el tamaño del daño que ocasionan y los intereses que representa, pues no es equiparable el perjuicio que ocasiona una firma transnacional que desarrolla minería a gran escala con el uso de sustancias altamente contaminantes,  al que provoca un pequeño barequero que corre tras la marca del buldócer y la retro a ver qué pepita de oro le cae en suerte en la batea con la que minea, o la transnacional que tala grandes extensiones de territorio versus el colono que desterrado de otras tierras corta el bosque para armar una parcela para sus sembrados.

Asistimos a un momento en el que a pesar de las notorias evidencias de la lesión que nos ocasiona no actuar con criterios conservacionistas al intervenir la naturaleza, se insiste en expoliarla hasta agotarla con tal de obtener jugosos dividendos;  proceder así va cobrando sus dividendos en diferentes puntos del planeta, las manifestaciones son diversas, pero al final terminan en fenómenos que cuestan muchas vidas o que extienden el garrote de la pobreza a un mayor espectro de habitantes del planeta.

Las normas que frenen este cataclismo son necesarias, pero poco efecto tiene si no las acompaña una fuerte presión y movilización de la sociedad entera.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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