El teléfono móvil desde hace mucho tiempo se convirtió en un elemento esencial para los seres humanos; de hecho en Colombia existen cerca de cincuenta millones de habitantes, mientras hay alrededor de cincuenta y ocho millones de equipos en manos de la población, algo así como uno punto dieciséis aparato per capita, con una tendencia sumamente creciente.
Con la proliferación increíblemente grande de teléfonos móviles en tierra colombiana, así mismo se presenta un enorme cambio en las costumbres de comunicación y hasta culturas relacionadas con este mismo aspecto, como la implementación del famoso aplicativo WhatsApp, redes sociales como Facebook e Instagram, en donde se publican fotos íntimas de las personas, el hogar, la familia, el trabajo, etc; y Twitter, que se presenta como un escenario de debate político en un espacio permitido de ciento cuarenta caracteres, suficiente para solucionar complejos problemas nacionales o criticar actuaciones de representativos personajes de la vida pública nacional.
Fundamentalmente el WhatsApp se convierte hoy por hoy en el canal de comunicación más eficiente entre pares o iguales y muchas veces ante las ocupaciones de algunos, es un medio ideal para poder atender asuntos importantes sin la necesidad de verse a los ojos ni escucharse la voz, aunque se gaste el mismo tiempo digitado en la pantalla táctil y leyendo, que hablando personalmente.
Cuando una persona común y corriente, gracias a su preparación, palancas políticas o privadas y cosas del favorable destino llega a ocupar un cargo público o privado importante se le afecta enormemente su comportamiento, olvida a sus amigos, su familia le harta y le fastidia, no contesta sino llamadas de teléfonos conocidos, cuando antes contestaba cuanto número aparecía en su pantalla y los whatsapp les suele producir pereza y cuando llega a leer un mensaje, no lo responde por nada del mundo pues poco o nada es importante para él.
No hay algo más impersonal que este mecanismo de comunicación, porque nos aísla de los presentes y nos enfría con los ausentes, aunque bien hay que reconocer que es un óptimo recurso para poder enviar y recibir información que en un momento dado resulta importante y en algunos casos hasta vital. El problema realmente no es el medio sino la falta de conciencia de quien hace uso del mismo, porque algo que debemos tener presente es que detrás de cada mensaje de Twitter, Facebook, Instagram o WhatsApp hay un ser humano.
Así que no sea grosero cuando le llegue un mensaje de un conocido, amigo, familiar, cliente o de quién sea, contéstelo, detrás de ese mensaje le aseguro que hay una persona.
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Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com