La catástrofe del empleo

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Salvar un paciente depende de un diagnóstico certero, una hepatitis A tiene un tratamiento diferente al que tiene la hepatitis D, si se aplica el mismo las complicaciones son inevitables.

Los datos suministrados por el DANE sobre el desempleo en abril, 19,8% no son únicamente consecuencia del confinamiento, aunque es evidente que la parálisis de la economía ha afectado a las empresas y a quienes venían sobreviviendo en la informalidad; si revisamos las cifras antes del inicio de la cuarentena observamos que la economía venia en franco deterioro y que los niveles de falta de trabajo ya eran muy altos, 12,6% el mes inmediatamente anterior.

A pesar de las cifras, se insiste en que todo funcionaba de maravilla; argumentan que la inversión extranjera continuaba llegando, sin mencionar las desproporcionadas gabelas que la atraía; se pregona que la pobreza disminuyo, cuando lo único que cambio fue su medición y se sacó de la fórmula a todos aquellos que viven con algo más, al cambio de hoy, de $220.000 pesos al mes aproximadamente, así los pobres desaparecen con facilidad; la verdad es que hemos estado viviendo del endeudamiento en dólares que a marzo sumaba el 52% del PIB y de las remesas que los colombianos en el exterior generosamente envían a sus familiares en Colombia; solo así se ha disimulado el déficit de la balanza comercial que crece sin parar.

La mayoría de los analistas concluye, con razón, el fracaso del modelo de economía de mercado; ha sido indispensable el salvamento, con fondos del Estado, del mundo empresarial, incluyendo a grandes conglomerados, eso sin ahondar en el fiasco de la salubridad; Duque, Carrasquilla y sus áulicos persisten en los criterios neoliberales y machacan la monserga de la inversión extranjera, como solución a nuestro evidente desastre económico.

Frente a las dificultades de nuestras raquíticas empresas ofrecen crédito, que tampoco llega por los irreductibles criterios de análisis de la banca, aunque se sabe que los negocios no se salvan con créditos sino con ventas y estas solo son posibles si los consumidores tienen dinero en los bolsillos para gastar, la propuesta de renta básica presentada en el Senado y objetada por el gobierno, busca resolver ese aspecto de la ecuación.

Idéntica suerte sufre el agro, no habrá comida en el plato si no se planta una semilla en la tierra; sin recursos, sin precio, sin manera de sacar sus productos; bulle la carestía en las ciudades y en el campo se pierden las cosechas y la oportunidad de volver a cultivar.

Los timoneles de la nación, mantienen su renuncia a la posibilidad de un desarrollo propio, a la protección de aquellas áreas de la economía en que aún tenemos posibilidades al corto plazo, que nos darían empleo y asegurarían la solución a necesidades de aprovisionamiento de la población en alimentos, material sanitario, vestuario, calzado y manufacturas en general; es comprensible que dado nuestro precario andamiaje productivo requiramos bienes de capital proveniente de los países desarrollados e incluso que precisemos inversiones foráneas,  en el mundo de hoy es factible obtenerlas sin condiciones que limiten nuestro desarrollo, existe más de un oferente y tenemos la posibilidad de escoger el que nos convenga.

Si se empeñan en la feria de nuestra soberanía para garantizar privilegios de unos pocos, nada de extraño que las calles de Colombia terminen incendiándose como las de los Estados Unidos, no por los prejuicios raciales que aquí también manejamos, sino por la punzada del hambre en las entrañas de millones de hombres y mujeres ansiosas de trabajo decente, pero sin alguna opción.

Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com

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