Quejarse no sirve de nada, una vez montado en el poder un político y convertido en gobernante, empieza a tomar decisiones que afectan a sus propios electores y a toda una comunidad.
En Colombia, como en otros países, tenemos un problema de comprensión sobre lo que es La Democracia; por eso enunciare algunos de los que yo considero son los aspectos en los que nuestra democracia flaquea:
El poder del voto
Para empezar, parece que los colombianos no hemos entendido realmente que el único poder efectivo que tenemos como ciudadanos del común es el voto, y con un alto abstencionismo, nos atrevemos a criticar a nuestro vecino país de Venezuela, donde en las últimas elecciones presidenciales la participación de los electores alcanzó el 70%, mientras que en Colombia esta participación fué sólo de un 50% de las personas aptas para votar que ejercieron este derecho, además si nos ponemos a pensar en realidad cuántos de nosotros lo hacemos a conciencia y pensado en lo colectivo, creo que ese porcentaje se reduce sustancialmente.
El derecho al voto en Colombia no se ejerce con el conocimiento previo de un programa de gobierno y enterándose de la trayectoria pública de los candidatos, se ejerce bajo la promesa de un empleo, el nombramiento de un familiar, de unas tejas para el rancho, una asignación de vivienda de interés social, y los más ambiciosos, aspiran a un contrato jugoso con el Estado con un buen margen de utilidad. El candidato ya no debe ser un orador avezado, ni siquiera necesita recurrir a promesas altruistas, en ocasiones un tamal con una gaseosa en bolsa basta para conquistar un votante.
El Servidor Público
Existe un problema de idiosincrasia, tanto en quien es elegido como en quienes elegimos, porque en muchos casos el servidor público se eleva a un estatus superior en el que se olvida que debe trabajar para el Estado y la comunidad, en su lugar empieza a satisfacer necesidades o ambiciones propias y su servicio pasa a ser un privilegio exclusivo para un grupo de personas allegadas a él y sus patrocinadores de campaña.
Estamos acostumbrados a que el gobernante de turno inaugure obras (en ocasiones reinaugure) y que de manera casi “épica” fije su nombre para la posteridad en una placa conmemorativa, como si esto fuera un favor y un gran logro único que ha conseguido con el sudor de su frente y sus propios recursos. Lo cierto es que el servidor público está en su cargo para cumplir con unas funciones por las cual recibe un salario, incluso con dádivas extraordinarias, para que ejecute el programa de gobierno por el que fue elegido, con los recursos que provienen de los contribuyentes y del pueblo que lo eligió.
El derecho a la protesta
Protestar a la antigua, en la calle, se ha convertido lamentablemente un acto casi de terrorismo y quienes lo protagonizan son vistos como antisociales, tal vez por ese temor abundan hoy día los indignados y críticos de las redes sociales, que si bien es cierto suenan mucho en un sector de la sociedad, siendo una parte importante de la opinión pública, generalmente este tipo de protesta está plagada de imprecisiones, argumentos sesgados, pero sobre todo poco efectiva limitada al “boom” del momento que se olvida en 2 o 3 días, y que para mi modo de ver, de esta manera ese tipo de protesta “virtual” es un aliado del poder.
En Colombia solo algunos gremios fuertes como la rama judicial o el sector educativo se atreven a dar pelea, aun que no lo hacen por el bien de todos sus conciudadanos, ya que solo buscan favorecer sus propios intereses laborales y salariales. No existen movimientos ciudadanos independientes porque estos cuestan y deben estar financiados por un bando u otro, ya sea de derecha o izquierda, y terminan siendo objeto de conveniencia o protagonismo de quienes convocan y financian marchas multitudinarias.
La Indiferencia Ciudadana
El colombiano se caracteriza por su alegría, por su optimismo en ocasiones desmesurado, pero también, por el triunfalismo anticipado, y lo que es aún más grave, nos destacamos por la falta de solidaridad y la indiferencia hacia los problemas de los demás. En los tres puntos anteriores se evidencia que pensamos en singular a la hora de buscar soluciones a nuestros problemas, queremos tener nuestra propia burbuja de felicidad y bienestar, nuestro mundo perfecto, sin mirar allá donde existen otras realidades, que con cierta frecuencia, tocan con la nuestra y hace que esa burbuja que nos rodea se rompa, ya que es frágil y además no es sostenible al calor de los problemas que afectan a todo el país.
La mayoría de personas desconocen que la democracia tal y como la conocemos hoy en día ha recorrido un duro camino, que no apareció de la noche a la mañana y por arte de magia, es sin dudar uno de los logros más destacados de la sociedad actual, que aún es esquiva para muchos pueblos, que ha costado la sangre y vidas a muchas personas, que es un privilegio invaluable, pero sobre todo que es el arma más poderosa en manos de un ciudadano, un arma pacifica que puede producir cambios radicales no solo de un grupo de personas, si no en la calidad de vida de todos los Colombianos.
Para concluir, debemos entender que si no existe desarrollo y bienestar para todos, no podremos salir del atraso social. Necesitamos contar con oportunidades reales en temas como salud, educación, empleo o alimentación y que si logramos esto no necesitaremos preocuparnos tanto por la seguridad y el bienestar individual. Solo con inteligencia democrática podremos hallar el camino hacia una sociedad más justa y equitativa, hacia un país completamente desarrollado y con un futuro de bien para todos.
Por: Oscar Emilio Antolínez Collazos – oscarantolinez@gmail.com