Fuerza Surcolombiana, cede terreno ante un nuevo movimiento estudiantil

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Las recientes elecciones estudiantiles de la Universidad Surcolombiana, marcaron un punto de inflexión en la política universitaria. Fuerza Surcolombiana, movimiento que durante más de ocho años concentró la mayoría de las representaciones en los órganos de gobierno, sufrió una de sus derrotas más contundentes, al perder la mayoría de sus espacios en un solo día.

Por primera vez, el grupo que había mantenido el control casi total de la representación estudiantil, vio cómo cinco de sus posiciones fueron conquistadas por nuevas fuerzas. Consejo Académico y las facultades de Salud, Ingeniería, Ciencias Jurídicas y Políticas, y Ciencias Exactas y Naturales, pasaron a manos de nuevos liderazgos que se abren paso en la escena universitaria.

Pese a este resultado adverso, Fuerza Surcolombiana logró mantener su presencia en el Consejo Superior Universitario, donde Juan Camilo Forero y su equipo obtuvieron más de 2.600 votos, garantizando su reelección por cuarta vez en la máxima instancia de dirección de la USCO.

No obstante, la derrota no se limitó al ámbito estudiantil. Los candidatos docentes Alexander Quintero y Nelson Gutiérrez, también vinculados a Fuerza Surcolombiana, perdieron las elecciones al Consejo Superior, pese a contar con el respaldo de una de las figuras más controvertidas en la historia reciente de la institución: el exrector y excandidato Pedro Reyes, quien impulsó su fórmula. El resultado consolidó la idea de que el movimiento enfrenta un desgaste político profundo, tanto entre los estudiantes como entre el profesorado.

El resultado deja ver una reconfiguración profunda del mapa político estudiantil. La pérdida de más de la mitad de las facultades evidencia que una gran parte del estudiantado decidió buscar nuevas opciones y depositó su confianza en la Unión Estudiantil Surcolombiana (UES), un movimiento emergente que sorprendió al consolidarse como la nueva fuerza dominante en las urnas.

El ascenso de UES no solo representa un cambio de nombres, sino el inicio de una etapa de renovación, pluralidad y competencia política real dentro de la Universidad Surcolombiana. Un hecho que muchos interpretan como la señal de que las dinámicas de poder en la institución comienzan a transformarse después de casi una década de hegemonía.

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