«Soy un demócrata orgulloso, pero voy a gobernar como el presidente de los Estados Unidos». Con estas palabras Joe Biden, presidente electo, dio su primer discurso en Wilmington, Delaware, acompañado de la vicepresidenta electa, Kamala Harris.
Su prioridad será diseñar e implementar un plan contra el Covid-19, sin duda, uno de los temas principales que definió la elección fue el manejo equívoco de Donald Trump a este problema que subestimó llamándolo una “simple gripa” y luego trasladando su responsabilidad a China, (el virus chino); no le importó la estrategia recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se retiró de ella y le quitó los fondos que aportaba EUA, mostrando así el desprecio por la ciencia y un manejo sensato del sistema de salud, que ya venía debilitando al disminuir fondos y combatir el Obamacare. Privilegió los negocios y no la salud, colocó a la economía por encima de la vida de sus ciudadanos.
Con razón en su discurso Kamala Harris afirma al dar las gracias a sus seguidores: “Los norteamericanos mandaron un mensaje muy claro: ustedes escogieron la esperanza, la decencia, la ciencia, y sí, la verdad”. El conjunto de equívocos y mentiras, llevaron a que el Covid-19 registre hoy más de diez millones de norteamericanos contagiados y cerca de 250. 000 muertos, que coloca a Estados Unidos en el primer lugar de personas contagiadas y fallecidas en el mundo.
Por eso dentro del plan prioritario de Biden incluye la orden de usar tapabocas en todo el país, ampliar las pruebas diagnósticas gratuitas. Biden afirmó que mantendrá al inmunólogo, Antoni Fauci, que fue menospreciado por Trump, así como que cancelara el proceso iniciado para retirarse de la OMS pues entiende que el camino de hallar una vacuna pasa por la cooperación internacional y considerar además la gratuidad de la misma, contrario a la política del magnate que podría estar viendo un negocio aún en estos asuntos de la ciencia.
Según The Guardian “no hay norma legal que no pueda ser litigada bajo Trump. Una ley no está allí para ser honrada o seguida sino para ser un potencial de litigio incluidos los derechos constitucionales”. la violación a todo lo acordado, a los principios que han inspirado a la sociedad norteamericana, pisotea al gran Abraham Lincoln que abogaba por la abolición de la esclavitud, la igualdad y por la democracia, en su célebre discurso del 3 de julio de 1863, cuando ya era presidente.
En Gettysburg, Lincoln señaló enfáticamente: “Hace cuatro veintenas y siete años, que nuestros padres trajeron a este continente una nueva nación, concebida en la libertad y dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.” Señala más adelante que estas luchas no han sido en vano y que “esta nación” bajo Dios tendrá un nuevo régimen, un nuevo nacimiento de la libertad y que el gobierno de la gente, por la gente y para la gente, no perecerá en la tierra”. Aquí encontramos a un auténtico defensor de la democracia y las libertades bajo este sistema político, que se instauró en tierras americanas en 1776, con el liderazgo de George Washington que unificó los estados de américa y los condujo a la independencia, siendo el primer presidente.
Por el contrario, Donald Trump, como un líder populista y ególatra, se siente manejando una empresa privada que desconoce todas las normas que no se ajustan a sus pretensiones acompañado de un nacionalismo a ultranza de “Estados Unidos primero”. Cerró fronteras, empezó a construir muros y desconoció a la comunidad internacional.
¿Pero qué percepción tienen otros países con respecto a la importancia de la economía y la política de esta potencia mundial? Las dos variantes van de la admiración al recelo y es particularmente negativa durante el gobierno Trump. La encuesta realizada por Pew Research Center en 13 países afirma que la percepción había caído con respecto a los últimos 20 años en el Reino Unido -su gran aliado- 41% favorable, Francia fue de 31% y en Alemania 26%. La respuesta de USA al virus sólo la comparte un 15% de quienes contestaron esta encuesta y por el contrario es generalizada la opinión de que ha privilegiado a las grandes empresas, tales como Amazon, Facebook, Google y Apple.
Otro aspecto importante que también le pasó cuenta de cobro a Trump fue su mal manejo sobre el cambio climático y las acciones para afrontarlo pues lo consideraba un “engaño caro”, por el que no hay que preocuparse. Seis meses después de llegar a la Casa Blanca anunció el retiro del Acuerdo Climático de París, que en 2015 unió a casi 200 países con el compromiso de no aumentar la temperatura del planeta más allá de 2°C, con lo cual se trataba de mitigar el calentamiento global.
Este tema es muy sensible a la comunidad internacional. Pero Trump decidió que su país, el segundo mayor contaminante después de China, se retiraría del Acuerdo de París porque afectaba a las empresas estadounidenses productoras de petróleo, carbón y gas, restándole importancia a la contaminación y la destrucción ambiental que tanto preocupa a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes.
El cierre de fronteras y cambios y cambios migratorios fue errático haciendo alarde de xenofobia. Impuso restricciones muy especiales para las visas que permitían a las personas establecerse en los Estados Unidos, particularmente a los musulmanes y a los latinoamericanos.
Llegó al punto de plantear la necesidad de un gran muro en la frontera sur con México para evitar la entrada de indocumentados. Como el muro no podía ser construido en poco tiempo, optó por separar familias, separar a los niños de sus padres. El maltrato a los migrantes latinos, ignora que muchos huyen de sus países por las condiciones de violencia y pobreza en las que viven.
En cuanto a los refugiados, Trump ha hecho recortes drásticos al número de personas que pueden asentarse en los Estados Unidos. El país había acogido hasta unos 85 000 refugiados en el año 2016, cuando terminaba Barack Obama, y redujo a 54 000 las personas al año siguiente.
Las relaciones internacionales que en mundo globalizado son multilaterales las convirtió en bilaterales quebrando la gobernanza mundial. Desde antes del inicio de la guerra en Afganistán, Estados Unidos ha sido clave en Medio Oriente por su política exterior. Sin embargo, durante el gobierno de Trump redujo la presencia militar en Afganistán y hasta cierto punto, en Irak y Siria. Por otro lado, en 2018 decidió mudar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo así esta ciudad como la capital de Israel, su principal aliado en el Medio Oriente. Por cierto, el mes pasado elogió “el amanecer de un nuevo Medio Oriente” cuando Emiratos Árabes Unidos y Bahréin firmaron acuerdos -impulsados por Estados Unidos- para normalizar las relaciones con Israel.
En términos de la política comercial, tuvo un manejo muy errático pues se confrontó con los países con quienes tiene mayor intercambio de bienes y servicios, con quienes ya había firmado el Acuerdo Transpacífico (TPP) y también con los países miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).El resultado en el primer caso, el retirarse de la Asociación Transpacífico, fue una dura guerra comercial con China, en la que las dos economías más grandes del mundo impusieron miles de millones de dólares en aranceles sobre sus respectivos bienes. Pero curiosamente para 2019 el déficit comercial de Estados Unidos con China estuvo ligeramente por debajo del nivel de 2016. En el segundo caso, Trump no logró su objetivo de salirse del TLCAN y realizar tratados bilaterales con Canadá y México de manera independiente. Por tanto, se puede evidenciar que la política nacionalista no ha tenido el éxito que pregonó en campaña. Estados Unidos todavía importa más de lo que exporta y por eso necesita de los demás países.
El desprecio por las normas existentes lo ha llevado a confrontarse con muchos actores, tanto a nivel nacional como internacional. Desde que empezó a vislumbrar que los votos ya no le daban la ventaja, Trump ha intentado desconocer los resultados electorales. En un primer momento los acepto porque se estaban contabilizando los votos presenciales, emitidos mayoritariamente por los republicanos. Sin embargo, los demócratas prefirieron el voto por correo porque sus líderes apelaron a mantener las medidas de bioseguridad, evitando aglomeraciones. Por ello al inicio el conteo favorecía a Trump, pero al llegar los votos por correo cambiaron los resultados, lo que llevo a considerar los primeros “legales” y los segundos ilegales y hasta denunciar un presunto fraude sin tener las pruebas. Ello ha generado desconfianza en el sistema electoral de delegados al colegio electoral que combina ocupación territorial y concentración de la población. Algunos lo consideran obsoleto porque quien gana en el Estado respectivo, así sea por estrecho margen toma todos los delegados.
No obstante, Estados Unidos es un país federal y el presidente no puede imponer sus decisiones sobre las regulaciones de los estados, que son autónomos. Adicionalmente, los medios de comunicación han hecho una cobertura bastante amplia y minuciosa sobre el desarrollo de esta elección. Por ello, algunos le cortaron la transmisión cuando Donald Trump comenzó a hablar de un presunto fraude que en ninguna parte se ha podido demostrar pues eran conscientes de que se trataba de “fake news”.
¿Quiénes votaron por Biden y quiénes por Trump?
Es clarísimo que el candidato demócrata llegó con los votos de las mujeres 56% fueron para él y 43% para Trump. También le dieron el voto los jóvenes de 18 a 29 años en un 62% y con niveles de educación profesional más de un 55% contribuyeron al triunfo de los demócratas.
Por otro lado, habría remarcar que los afrodescendientes le dieron el 87% de los votos a Biden. Aquí valdría la pena recordar el trato que ya pedían desde hace décadas respecto de la población negra que ha sido tan discriminada.
Pese a que la dominación esclavista se acabó con la Guerra Civil, en EUA los negros siguen sufriendo vejaciones, incluso asesinatos como el de George Floyd, que han conmocionado a la sociedad norteamericana y han provocado las famosas marchas del movimiento de “Black Lives Matter”, quienes dieron gran apoyo a la fórmula de Joe Biden y Kamala Harris.
El que una mujer afrodescendiente y de padres inmigrantes llegue a la vicepresidencia de Estados Unidos manda un mensaje claro, inspirado en Martin Luther King, el predicador de la desobediencia civil, quien señaló en el célebre discurso “Yo tuve un sueño” donde explicó que un día Estados Unidos se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Sostenemos que todos los hombres han sido creados iguales”. Yo tuve un sueño: que un día en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos esclavistas eran capaces de sentarse juntos a la mesa de la hermandad. “Yo tuve un sueño: que mis cuatro niños pequeños un día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de sus caracteres”. (28 de agosto de 1963)
Kamala Harris es una mujer que marca un quiebre en la historia americana. De padres inmigrantes de origen jamaiquino e indio, creció en un hogar que forjó mujeres fuertes que han logrado cumplir sus sueños. Allí sin duda está la sombra de Barack Obama, el presidente afroamericano que mantuvo la estabilidad de su país tras la crisis de 2008, gracias a su gran sensibilidad social.
Agreguemos a todo esto que Joe Biden es el presidente más longevo (tiene 77 años) y también tiene el mayor número de votación en la historia de los Estados Unidos, que llegaría a los 75 millones y más de 290 votos en el Colegio Electoral. Es decir, contrario a lo que algunos predicen, lograría una ventaja contundente que ningún recurso judicial podría desmontar.
El gran reto desde el inicio del gobierno Biden es reconstruir esta economía y esta sociedad. Parece que se inspira con mucha seriedad tanto en John Maynard Keynes, como en Franklin D. Roosevelt, otro de los grandes presidentes de Estados Unidos, el reformador resiliente que levantó a América después de la Gran Depresión y afrontó el reto de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente en su discurso inaugural como presidente el 4 de marzo de 1933, señaló que “esta gran nación perdurará, así como ha perdurado, revivirá y prosperará. La única cosa que debía temer es al temor mismo”.Su política, que fue muy clara en el reactivamiento de la economía, está inspirando también a Biden. Las reformas que estableció en 1930 con el New Deal (El Nuevo Trato) alivió la carga tributaria de los ciudadanos y aumentó el gasto en obras públicas, a las que dedicó billones de dólares. Un programa de la justicia agrícola que hizo que se elevarán los precios de los productos básicos, pagando a los agricultores subsidios efectivos para limitar su producción.
También implementará programas de seguridad social, como ya los han realizado Roosevelt y el mismo Obama. Roosevelt empezó con pagos para ancianos y viudas, siguió con ayuda para los incapacitados y los desempleados. Dado que en esta recesión económica se acercan a los 30 millones de desempleados, será crucial la ejecución de un programa de subsidio al desempleo. Se ha planteado mejorar el precio de la hora por trabajador, lo cual mejora su capacidad de compra, que, según la escuela keynesianas, será uno de los impulsores para la reactivación de la economía. Finalmente, considero que abrirá las fronteras de nuevo para un comercio más fluido con la comunidad internacional. Hará esfuerzos para unificar a su país y así retomar el liderazgo perdido ante la comunidad internacional.
Estas son lecciones importantes para América Latina. No me cabe la menor duda que se va a replantear algo que ya está tan bien entendido: la defensa de los derechos humanos, el respeto a las relaciones internacionales, con una actitud de conciliación y no de confrontación. Colombia tendría que ajustar su agenda para cumplir los Acuerdos de paz, que fueron apoyados por el expresidente Barack Obama y el entonces vicepresidente Joe Biden. Por otro lado. se tendrá que atender el asesinato selectivo de líderes sociales, así como replantear la equívoca política exterior que ha manejado el Gobierno Duque hasta el momento.
En suma, el establecimiento de relaciones multilaterales con una comunidad internacional que necesita de Estados Unidos como potencia mundial al lado de otros países de Europa, Asia y del mundo entero para recuperar el prestigio perdido.
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Por: Ricardo Mosquera – Economista
Exrector Universidad Nacional
Exrector Universidad Surcolombiana