“El Pueblo tiene hambre!”, le dijeron a una princesa de la oligarquía francesa y ella contestó: “Qu’ils mangent de la brioche», esto es, “Que coman panecillo”, el brioche es supuestamente un lujoso pan enriquecido con mantequilla y huevo, que se consume en Francia…No le importó a esta oligarca que los campesinos no tuvieran qué comer.
Trayendo el cuestionamiento al presente, se les preguntó lo mismo, en plena pandemia del COVID-19, a varios líderes colombianos, encabezados por el Presidente de la República y sus ministros. ¡”Hagamos el día si IVA”!, respondieron ellos. O mejor aumentemos la deuda pública, disparemos auxilios para los bancos, vendamos ECOPETROL, ELETROHUILA y todo lo que tengamos mientras estos hambrientos distraídos por el hambre, el confinamiento y por las medidas represivas, nos ven en horario triple A en los medios de comunicación diciendo y repitiendo hasta la saciedad que nos preocupa su situación; así les clavamos más impuestos, los exponemos al virus y dejamos a las entidades territoriales sin recursos para responder a la crisis.
Que el pueblo tenga hambre no es nuevo y mucho menos las respuestas desconsideradas y aberrantes de los gobiernos. Es una tradición que al indígena, al afro descendiente, al obrero, al campesino, a la mujer, al desempleado, a las personas en situación de discapacidad, al pobre, se les trate con desdén, y que incluso se le acuse de su propia desgracia. Desde la Colonia los criollos sólo apreciaron al negro y al indígena cuando los necesitaron para que estuvieran en el frente de guerra y pusieran ellos los muertos, pero los privilegios de acceso a los cargos y la representación siempre estuvieron centralizados en unos pocos. Los pobres seguimos poniendo los muertos, pues a los perpetradores de la desigualdad y la pobreza les interesa sobremanera seguir repitiendo que vamos a quedar como Venezuela, o que las disidencias de las FARC E.P, ELN, entre otros bandidos, son los responsables de todas nuestras desgracias, mientras ellos negocian con los narcotraficantes y se indigestan robándose los recursos y distrayendo a la gente con mentiras repetidas, con sus bodeguitas de profesionales y con áulicos que desde las redes sociales se prestan a cuanta insensatez se les ocurre, a cambio de que les repartan las migajas del presupuesto público con favores para sus financiadores, familiares y amigos.
No es gratuito que luego de más de 200 años de Independencia se siga tratando a Nariño, Cauca, Choco, Huila, Caquetá, Putumayo, la Costa Atlántica y los demás departamentos periféricos con exiguas partidas presupuestales y sobre todo, con abandono en el desarrollo de vías e infraestructura que se compagina con altos índices de corrupción. Es inaudito que en pleno siglo XXI en el Chocó y en otros departamentos no se cuente con una red hospitalaria, que existan exiguas condiciones de infraestructura educativa y un muy bajo desarrollo socioeconómico.
La inequidad y la pobreza son el pan de cada día, nos hemos ganado el título de uno de los países más desiguales de América pues “el 10 por ciento de la población colombiana más rica gana cuatro veces lo que gana el 40 por ciento más pobre. El 20 por ciento de los ingresos totales en nuestro país están concentrados en solo el 1 por ciento de la población, y la mitad total de los ingresos está en las manos del 10 por ciento de ella. También, el 1 por ciento de la población más rica del país, junto a algunas compañías transnacionales, poseen alrededor del 81 por ciento de las tierras en Colombia” (Sepúlveda, 2018). Por su parte el sistema financiero y los bancos, consentidos del gobierno, reportan “Ganancias de $ 13,1 billones. De esta cifra, los bancos reportaron un total de 11 billones de pesos. Los bancos con las más altas utilidades fueron en su orden: Bancolombia con más de $ 3.3 billones, Bogotá $ 2.6 billones y Davivienda con un total de 1,3 billones de pesos.” (Caracol, 2020)
Que el pueblo tenga hambre va a ser una constante si no reacciona y deja de votar emberracado por el que diga el innombrable y si no hace conciencia de que la política le da el pan, o se lo quita. Si se renueva el Congreso con personas que prioricen la educación, la salud, el empleo, si dejan de llegar a las alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas, organismos de control, a la justicia y al Estado, personas mediocres, incompetentes, inhumanas y desconsideradas con el constituyente primario, el pueblo, que es su jefe inmediato y soberano; pues es a ellos y por ellos que se deben los servidores públicos y no al contrario.
El pueblo dejará de tener hambre cuando tengamos líderes que se apeguen de manera irrestricta a ese gran propósito del Preámbulo de nuestra Constitución Política de 1991 “Asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo”.
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Por: Alfredo Vargas Ortiz[1] – alfredo.vargas@usco.edu.co
Twitter: @Alfredovargaso
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[1] PhD, MD, U. Nacional de Colombia, Abogado U. Surcolombiana, Docente de Planta USCO, Director grupo de Investigación Derecho Internacional y paz. Director Ejecutivo Centro de Estudios Internacionales World’s Key. www.worldskey.com, Twitter @Alfredovargao, E-mail alfredo.vargas@usco.edu.co.