Está por estos días de moda la serie de Netflix “El Juego del Calamar”, por cierto, vista en más de 90 países y con una audiencia de millones de personas, catalogada por muchos como un agravio contra la formación juvenil y una mala referencia de los bonitos juegos de infancia, sí, esos que usted y yo jugamos, tales como stop, congelados, y en la cinta denominado – luz roja- luz verde-, donde una muñeca da instrucciones y ordena eliminación no solo del juego, sino físicamente.
Todo podría analizarse fácilmente si fuera un solo juego y una película elaborada sobre fantasías o ficción, pero es en realidad la situación real, no solo del Corea del Sur y sus hogares, sino de muchos países en el planeta, como Colombia, que están experimentando la degradación humana a cargo del desarrollo económico y el dinero fácil, es mordaz, es violenta, es traición y desesperación, sin importar óiganlo bien, si nacieron ricos o pobres, si tuvieron o no oportunidades, si comen con cuchara de oro o de barro.
Aquí se expone a la luz pública la crisis en que viven los habitantes de corea del sur (un país capitalista) que se encuentra entre las 15 economías más grandes del mundo, donde la esperanza de vida está entre las más altas del planeta y casi la mitad de la población tiene educación superior, pero angustiados por las deudas, desgracias personales y la desigualdad, que parece haberse agudizado con los meses de inactividad que llevo la pandemia del covid-19.
La deuda de los hogares en corea del sur se parece a la nuestra, ha aumentado considerablemente en los últimos años, el 20% de los que más ganan en el país tiene un patrimonio neto 166 veces mayor que el del 20% con menores ingresos, una disparidad que se ha incrementado en un 50% desde 2017, los surcoreanos también enfrentan un aumento de la deuda en relación con los ingresos, y una subida reciente de las tasas de interés, esto ha dejado en una situación aún más precaria a quienes carecen de recursos para hacer frente a eventos imprevistos, como un despido repentino o una enfermedad familiar, siguen las familias endeudándose para pagar los costos de vivienda y educación, un gasto esencial para las clases medias que esperan asegurar que sus hijos accedan a la universidad.
Les pregunto ¿Será que nuestros jóvenes hoy deben ser merecedores de créditos para emprendimientos o será que quienes hoy están en la línea de los 25 a 35 años son los que más deben en relación a sus ingresos, o será que nuestros colombianos imposibilitados de acceder a un crédito de la banca en términos normales, están condenados y a merced de los cobradores de deudas, en manos de grupos criminales? Sospecho entonces que la deuda abrumadora es un problema social cada vez más profundo, sin mencionar la principal causa de suicidio en Colombia.
Fíjense que hasta en este juego se ve la desigualdad socioeconómica entre concursantes, la serie, señala que no puede el juego macabro, quitarles el derecho de jugar “como iguales y trato entre iguales”, que es precisamente lo que ellos, los jugadores, no encontraron afuera en la sociedad donde vivían el día a día.
Esta película tare consigo una verdad dolorosa de nuestra sociedad, muestra el aumento de iglesias y la instrumentalización de la fe para disputar el derecho de velar por los pobres y oprimidos, la corrupción abundante entre los políticos y las familias que construyen sus imperios privados.
Esta serie es una crítica a las agudas diferencias de clase en una sociedad capitalista y desigual que, sorprendentemente, no es ni el Brasil donde conviven las favelas y las mansiones, ni tampoco los estados unidos donde el 1% de la población acumula un quinto de la riqueza del país, donde muchos han jugado el juego de la vida y la han perdido por el sistema, por la desesperanza, en fin, en esta sociedad construida con el que se dice ser el mejor modelo económico, del cual puedo decir que a pesar de sus falencias, requiere aconductarse en favor de la dignidad y humanidad.
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Por: Juan Felipe Molano Perdomo – jmolano74@hotmail.com
Twitter: @JuanFelipeMola8