En un planeta en el que con los conocimientos acumulados a la fecha y los recursos de suelo, agua y técnicos disponibles es posible producir suficiente comida para alimentar a los más de seis mil millones de habitantes que lo ocupan, resulta imperdonable que muchos mueran por física hambre y otros tantos tengan un precario desarrollo que afecta negativamente sus capacidades por serias deficiencias en su nutrición.
Las imágenes provenientes de continentes como el África resultan inauditas, pero clama al cielo que iguales se repitan en nuestro territorio como recientemente se ha denunciado en la Guajira; dada la ruina del agro y la industria nacional que no ofrecen oportunidades de trabajo a los colombianos el gobierno se ha visto obligado a destinar presupuesto para tratar de atender las deficiencias en la vulnerada seguridad alimentaria nacional a través de programas de alimentación que contrata el ICBF con particulares, los medios se han dado a la tarea de denunciar el uso inadecuado de estos recursos que no terminan como alimento en la boca de los infantes sino con el dinero en los bolsillos de funcionarios, contratistas y políticos regionales que los apadrinan para ganar las licitaciones amañadas confeccionadas para predeterminar el ganador.
Amenaza con extenderse la dificultad de provisión de alimentos por el comportamiento de la tasa de cambio al alza que encarece las importaciones una buena parte de ellas en comida, que se podría producir aquí pero que dejamos de hacerlo por la vulnerabilidad que el libre comercio extendió entre nuestros atribulados productores que no pueden competir con productos de economías que subsidian su agricultura y por otra parte el prolongado verano que siempre se supo llegaría pero que nuestros gobernantes nunca dispusieron de políticas y acciones para mitigar su impacto; el peor de los mundos se conjuga y ya se aprecian algunas de sus consecuencias, el incremento de precios en algunas frutas ya se aproxima al 100%, mientras que en huevos va por el 30%, en azúcar promedia el 25% mientras que en arroz está en el 50% por mencionar algunos artículos esenciales en la dieta diaria, igual ocurre en verduras como el tomate que fluctúa con aumentos del 50% o más dependiendo de la cosecha de la semana.
No hay políticas para estimular el agro ni correctivos para garantizar los recursos asistenciales a quienes los requieren, el país tendrá que pedirle cuentas tarde que temprano a los responsables de la debacle alimentaria que se aproxima y que cobrará vidas y un retraso imposible de recuperar en el crecimiento de muchos niños que dormirán sin una ración alimentaria adecuada.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com