Millones a los que no nos ha llegado ni una libra de arroz, mucho menos un mercado; ni un solo peso del controvertido ingreso solidario; a los que no han cesado de cobrar los extorsivos recibos de los servicios públicos, que han aprovechado para aumentar sin medida las tarifas; miles que no hemos logrado un alivio en las obligaciones financieras y nuestras solicitudes de nuevos créditos han sido rechazadas por los bancos, a pesar de la lluvia de dinero con que los ha inundado el ministerio de hacienda y que antes del confinamiento nos abrumaba con llamadas para que tomáramos más tarjetas.
No hemos sido beneficiarios del llamado pomposamente subsidio a la nómina, porque nuestro negocio tiene menos de tres empleados; no nos han suministrado un tapabocas, ni nos han practicado una prueba de COVID-19, aunque continuamos cancelando la cuota mensual del POS, servicio que en los últimos meses no se ha utilizado por las restricciones en las consultas y el temor al contagio.
En resumen lo único que hemos recibido sin falta, es la cháchara barata de todos los días a las seis de la tarde en la que se hacen anuncios con el propósito de convencernos que no vivimos en Colombia sino en el paraíso; que los asesinatos de líderes sociales son únicamente un libreto fabricado por las mentes calenturientas de los detractores de un gobierno que gobierna solo atenidos y agricultores que tienen la culpa de la escasez de alimentos por dedicarse a un solo producto, pero que afortunadamente se resuelve con las importaciones sin límite y que cualquier problema que se nos presente será resuelto sin falta por los enviados por Trump, incluidos los marines que pusieron en la frontera con Venezuela, para acabar el narcotráfico que con el mismo argumento ha venido creciendo en las últimas décadas.
Como si no bastara con el mayor endeudamiento externo, que nos coloca en la lista de países inviables, ahora con la excusa de la pandemia tienen programado feriar las pocas empresas lucrativas del Estado que aún no han podido privatizar, en primera fila está ECOPETROL, que todos los años contribuye con billones de utilidades al presupuesto nacional.
Muchas preguntas surgen inevitablemente luego de la confesión del gobierno del uso de 117 billones de pesos para atender la crisis, que sin duda han manejado; más oscuro que la nube de polvo proveniente del Sahara es el destino de estos recursos.
La diferencia es que la arena del desierto africano se irriga fertilizando la Amazonía, mientras que los decretos de Duque resultan ser una cuidadosa maniobra de saqueo del erario y del trabajo de los colombianos, muchísimo más descomunal que Reficar o cualquier otro de que tengamos noticia y que continúa desangrando nuestra famélica república.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com
Twitter: @libardogomezs