Día Mundial de las Ballenas y los Delfines

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Plásticos, cacería y cambio climático, ponen en riesgo a estas magnificas criaturas marinas

Cada año, 300,000 ballenas, delfines y marsopas se enredan en las redes y palangres y mueren por asfixia, inanición o agotamiento.

Pese al innegable valor ecológico de los cetáceos y su imponente y carismática presencia en mares y océanos, grupos relativamente pequeños pero altamente perniciosos se obstinan en perseguir y aniquilar a las ballenas y los delfines.

Pero no son los únicos, a ellos se agrega una más reciente y mayor amenaza, el plástico que inunda mares y océanos, contaminación que implica a la mayoría de la población mundial. Y tal vez usted y yo podríamos incluirnos entre estos depredadores inconscientes al usar y disponer inadecuadamente de los plásticos.

En 1986, con el fin de frenar la caza indiscriminada y tortuosa de estos hermosos animales en peligro de extinción, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) proclamó el 23 de julio como Día Mundial Contra la Caza de Ballenas, que hoy es el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines.

Sin embargo, la preocupación por el descenso poblacional de las ballenas no data de 1986, surgió antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando los cazadores de ballenas se percataron de que el número de ejemplares disminuía drásticamente y ponía en riesgo su jugoso negocio.

Aunque la Liga de Naciones redactó un documento, no fue sino hasta 1972, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, cuando se aprobó la primera moratoria de 10 años para frenar la caza de las ballenas, garantizar el aumento de su población y evitar su extinción.

Como el problema persistía, en 1986 la CBI prohibió tajantemente la caza comercial, resolución que a la fecha se sigue violando, principalmente por Japón, país que se niega abiertamente a dejar de cazar ballenas y delfines.

Se desdeña o desconoce que las ballenas juegan un importante papel para mantener océanos saludables para todos: con sus heces fertilizan los ecosistemas marinos y mitigan la crisis climática, pues en promedio, a lo largo de su vida una ballena confina la misma cantidad de carbono que el equivalente a 1,000 árboles.

Su presencia fomenta una industria turística de observación de ballenas valuada en más de $2 mil millones de dólares a nivel mundial.

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