¿Debió matarlo o entregarlo?

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La muerte del joven en la panadería NeivaPan del sur de la ciudad, frente a Unicentro, refleja la Colombia que siempre hemos tenido.

La de los colombianos que tienen temor por perder lo suyo (que han conseguido con trabajo y esfuerzo), y la de los colombianos que hacen parte por cualquier razón, motivo o circunstancia, (por vidas difíciles, entornos adversos y gusto por el delito), de un mundo delincuencial. Hoy, ambos tipos de colombianos andan armados, o listos a lo que sea, los primeros para defenderse y los segundos para delinquir.

Le cae mayor peso, consecuencia y rechazo social, al colombiano que delinque por supuesto. Por eso casi todos reaccionan en favor del que se defiende así le quite la vida al delincuente debido al crecimiento desmesurado de la inseguridad en las calles con insuficiente reacción policial y de justicia.

Pero a la luz del derecho penal, creo que el video muestra claramente a un delincuente que ya había sido reducido por tres hombres, el cual debió ser entregado a las autoridades y no asesinado, so pena de sufrir investigación por homicidio agravado contra uno de los que fue víctima del frustrado robo y autor del único crimen.

¿Que, si no le hubiera quitado la vida, lo hubiera entregado a la Policía y después un juez lo suelta para que vuelva a delinquir y muchas veces con nuevos muertos, ciudadanos víctimas de sus fechorías?, lastimosamente sí, es lo que vemos a diario en nuestro débil sistema de justicia, el cual urge una reforma. De hecho, el joven asesinado que intentó hurtar una gruesa suma de dinero en la panadería en Neiva, ya tenía un prontuario delictivo.

Tenemos una infraestructura carcelaria, con hacinamiento del 25%, (donde caben 1.000 hay 1.250 condenados) y esto es otro aspecto que muchos se preguntan si se ha convertido en argumento no expreso, pero de peso, para que un juez los deje en casa X cárcel. Un estudio del Inpec de 2023, reveló que, en las 125 cárceles del país ubicadas en 28 de los 32 departamentos del territorio nacional, hay 102.387 personas privadas de la libertad, cuando el cupo total es de 81.749.

Mientras tanto, hay que seguir luchando desde las escuelas y los hogares en la promoción de los valores y principios en el comportamiento humano. Si la solución fuera matar a todos los que obran mal, debiéramos matarnos también a nosotros mismos, porque nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie, excepto en situaciones de legítima defensa donde el riesgo de perder la vida es inminente, situación que en este caso no aplica a juzgar por las imágenes que nos revela en los últimos momentos, las cámaras de seguridad del establecimiento comercial.

Si matar fuera la solución, entonces los delincuentes se reducirían, y al contrario, a pesar de la justicia a mano propia que vemos casi a diario en las calles del país, éstos reaccionan y muchas veces de peores maneras. El miedo atrae más miedo, y la venganza mucha más venganza.

Construir desde la infancia, nuevos ciudadanos que opten por obrar correctamente, siempre estará a la orden del día como la mejor opción para cambiar nuestra sociedad. Mientras tanto, la sociedad del crimen que hoy tenemos, debemos soportarla de un modo u otro, reaccionando de diversas formas y afrontando distintas consecuencias, exigiendo mejores resultados a la fuerza pública, pidiendo cambios en la legislación penal, además de exigir mejores procedimientos en las detenciones y capturas policiales, y promover la denuncia ciudadana que es víctima de hurto para que éste no quede como simple delito del común querellable.

Se sabe que el delincuente del mañana no surge por «generación espontánea»; es hijo de una sociedad que en conjunto también le ha fallado, desde el seno de la familia con padres también provenientes de otros pasados difíciles, pasando por la corrupción en los recursos públicos que se roba sus ilusiones (educación, emprendimiento, oportunidades, deporte), hasta por un sistema educativo pésimo que no fomenta en valores con praxis social, está plagado de retórica, no promueve proyectos de vida, ni ayuda a construir una cultura de la sana convivencia o de la solución pacífica de conflictos.

Pienso que, en Colombia, un país de conflictos sociales multidimensionales, que no se sujetan a pocos factores criminógenos, sino al contrario, posee muchas razones históricas, sociológicas, que afectan las psicologías individuales para actuar y reaccionar en el delito, requiere un tratamiento desde lo complejo que somos como sociedad.

Educar en inteligencia emocional desde la infancia, para explorar salidas más razonadas a las diferencias, minimizar el control de impulsos y sacarle provecho al diálogo volviendo costumbre la negociación más que la confrontación, es una tarea que entre todos debemos explorar para ver surgir mejores seres humanos.

Por: John Hammer León Cuéllar
X: @JohnHammerleon

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