Claro que sí sabemos, que generar energía eléctrica es una prioridad para un país en vía de desarrollo como el nuestro.
Somos conscientes que sin el servicio de energía eléctrica se paralizarían todas las actividades empresariales, industriales y sociales. ¿Pero porque nosotros los huilenses tenemos que poner tan alta cuota de sacrificio con la entrega forzada de ocho mil seiscientas hectáreas de tierra dedicadas a la producción agropecuaria? ¿Por qué entregar el río y afluentes hídricos a cambio de nada, siendo nuestros?
En 2008 siendo presidente del Partido Verde en el Huila, una vez se conoció sobre la construcción de El Quimbo me sumé a la protesta social liderada por el profesor Miller Dusán, que ha sido un luchador incansable de la mano con: Asoquimbo, con ambientalistas, la academia e impactados directos e indirectos. Personalmente y a través de este medio he levantado mi voz en contra de ese tipo de proyectos que desplazan a la familia campesina, que arruinan su economía y cultura y que arrasan con nuestra flora y fauna silvestre.
Todas las afectaciones sociales económicas y ambientales fueron advertidas en los diferentes escenarios, por quienes estamos plenamente convencidos del salvajismo de las trasnacionales, que solo miran sus intereses económicos, sin importar a quien hay que atropellar o sobornar.
Ya el embalse de la hidroeléctrica El Quimbo está lleno de agua. Ya se puso en marcha la generación de energía eléctrica. Ya está produciendo grandes cantidades de dinero para las multinacionales. El desempleo y la inseguridad galopan en la zona centro del Huila, que perdió su riqueza arqueológica, su paisaje, su producción pecuaria, cacaotera, piscícola, arrocera, su flora y fauna silvestre, y sus fuentes de empleo sostenible.
Hoy yacen muertos en el lecho inferior de la represa millones de árboles de diferentes especies nativas y millones de animales de diferentes especies de nuestra fauna silvestre, que se descomponen convirtiéndose en masa contaminante y gas metano, que por su baja densidad (peso) emerge a la superficie desplazando el oxígeno, que de inmediato genera la muerte de las especies acuáticas. Ese es el fenómeno que está afectando la piscicultura aguas debajo de El Quimbo. Todo con licencia otorgada por el gobierno de la época y defendida por sus secuaces. ¿Quiénes son? ¿Dónde están?
Allí no solamente murió nuestra flora y fauna silvestre, también ha muerto la ilusión de un pueblo que fue engañado por una multinacional, por unos dirigentes gremiales y por su propia dirigencia política.
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Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com